Expertos de Fedea, BBVA y EY-Sagardoy detectan un
agotamiento del empleo y de algunos de los efectos de la nueva normativa ocho
meses después de su entrada en vigor
23
de septiembre Fuente CincoDias
Todas las reformas laborales atraviesan por tres
fases: la de anticipación, en la
que antes de aprobarse la nueva norma los empresarios toman decisiones por lo
que pueda venir; la de aplicación, una vez se aprueba la ley; y el periodo de
estabilización. Así lo explica el investigador de Fedea experto en el
funcionamiento de los mercados laborales, Florentino Felgueroso, quien ayer
señalaba que el mercado español estaría empezando ahora la tercera de estas
fases en las que empiezan a analizarse los efectos que está generando la norma.
Aunque todos los expertos coinciden en que es
pronto para hacer una evaluación significativa de esta ley laboral, y en que haría falta un
mayor esfuerzo de transparencia por parte del Gobierno para facilitar más datos
que permitieran análisis más determinantes, el Observatorio del mercado de
trabajo que elaboran desde el Instituto EY-Sagardoy, Fedea y BBVA Resarch,
presentó ayer un primer y exhaustivo balance de como está funcionando la
reforma que entró en vigor en enero.
Esta evaluación apunta a que tras nueve meses de
aplicación de la norma –seis
meses desde su entrada plena en vigor– los efectos de la reforma luces y
sombras pero, sobre todo, dejan algunas alertas sobre las que estar atentos.
Una de ellas llega, precisamente de la mano de la reactivación de la economía.
Según este informe, “la recuperación del empleo podría estar tocando ya techo
–sobre todo por el lado de la contratación indefinida– sin haber superado con
claridad el nivel previo a la pandemia”.
El responsable de análisis económico de BBVA
Research, Rafael Doménech,
consideró ayer que los datos de afiliación que se conocen del tercer trimestre
“anticipan cierta desaceleración de los cotizantes que es consistente con otros
indicadores como el PIB”, que esta organización prevé que entre julio y
septiembre baje dos décimas respecto al trimestre anterior, al tiempo que el empleo
aumente apenas una décima en este periodo. Así, mostró su preocupación porque
este agotamiento llegue cuando solo el número de ocupados ha recuperado los
niveles previos a la pandemia, pero no lo han hecho ni las horas efectivas
trabajadas ni los puestos de trabajo equivalentes a jornada completa.
Otra de estas alarmas surge paradójicamente de la
mejora del desempleo. Estos
expertos explican que el descenso de la tasa de paro al 12,5% en el segundo
trimestre (la menor desde 2008) no obedece exclusivamente a la mejora de la
ocupación, sino también a la “atonía de la población activa, afectada por una
evolución decepcionante de la tasa de participación”. Esto significa que al
haber menos gente en disposición de trabajar una menor creación de empleo recorta
más la tasa de paro.
Es más, esta no es la única faceta negativa de la
bajada del desempleo. Según destacan, el paro bajó especialmente entre aquellos
que perdieron su empleo hace menos tiempo, mientras que los parados de larga
duración siguieron creciendo y ya son casi la mitad del total (48,6%).
Estos académicos ponen en relación este recorte
del desempleo con la tasa de vacantes (empleos que según los empresarios se quedan sin cubrir, según la encuesta
trimestral de coste laboral). Dicha tasa habría vuelto a subir en el segundo y
tercer trimestre hasta el entorno de las 140.000. Ambos indicadores reflejan un
mercado laboral más tensionado porque existen más vacantes que la media
española en el tiempo y un paro también por debajo de esa media temporal, lo
que significa que cada vez hay más dificultades de emparejamiento para cubrir
las crecientes vacantes con la mano de obra que se necesita.
Esta tensión en el mercado y, sobre todo este creciente nivel de vacantes,
“es preocupante en una economía que aún no ha recuperado la actividad y las
horas trabajadas previas a la pandemia. Se trata de desajustes que llegan antes
de una recuperación plena”, advirtió ayer Doménech.
Efecto sustitución de temporales por fijos
discontinuos
En este punto llegaría la tercera de las alarmas, precedida, sin embargo, de un dato muy positivo:
el máximo histórico de contratos indefinidos –se han registrado 3,3 veces más
que entre enero y agosto de 2021– y una reducción sin precedentes –del 39%– de la
contratación temporal durante los primeros ocho meses de aplicación de la
reforma laboral. Esto ha dado la vuelta a las nuevas contrataciones que
llegaron a ser indefinidas en un 48% frente a la media del 9% que habían sido
hasta ahora. Además, la tasa de temporalidad del stock de trabajadores ha
descendido cuatro puntos en el segundo trimestre, hasta el entorno del 20% (y
aún más baja en el sector privado).
No obstante, la alarma salta con el aumento en las tasas de afiliación de los nuevos
trabajadores indefinidos. Esto es, aumentan las finalizaciones de los contratos
fijos. La causa principal es el “efecto sustitución” que se está produciendo en
los antiguos contratos temporales que ahora pasan a ser fijos discontinuos
(considerados indefinidos pero que causan baja de afiliación en los procesos de
inactividad). Así, podría decirse que estas bajas contaminan las
bajas de todas las de la contratación indefinida.
Si bien estos expertos han detectado que este
aumento de las bajas entre los fijos no obedece solo a los periodos de
inactividad de los fijos discontinuos, sino también al fuerte crecimiento del
aumento de las bajas por dimisión o abandono voluntario, así como por no
superar el periodo de prueba (ver gráfico). Aunque en este último caso,
aumentan fundamentalmente por el incremento de la contratación fija.
Dicho esto, los autores de este trabajo apelaron a la necesidad de hacer estudios más
pormenorizados que muestren realmente las bondades cualitativas de, por
ejemplo, el éxito de los fijos discontinuos, averiguando la renta anual de
estos empleados; o analizando la duración real de los nuevos contratos
indefinidos ordinarios, algo que se verá en tres o cuatro años con la muestra
continua de vidas laborales (MCVL).
TRES CLAROS EFECTOS POSITIVOS
- STEM. Los
autores de este observatorio del mercado laboral destacan “tres hechos
positivos” de la recuperación y durante los primeros ocho meses de
aplicación de la reforma laboral. El primero y más importante es la
aceleración del crecimiento del empleo en ocupaciones STEM (ciencia,
tecnología, ingeniería y matemáticas, en sus siglas en inglés), que han
aumentado notablemente su participación en el empleo, porque, además estas
profesiones fueron las menos afectadas por la pandemia. No obstante, la
investigadora en materia de atracción del talento de la Universidad
Complutense de Madrid, Raquel Sebastián, llamó ayer la atención sobre la
polarización de este tipo de empleos, ya que solo tres comunidades
(Madrid, Cataluña y Andalucía) concentran más de la mitad de todo el
empleo high-tech. A su vez, Sebastián señaló que este tipo de empleo
cualificado genera muchos puesto en servicios que, por el contrario, están
en la banda baja de la banda salarial, lo que genera también polarización
en el mercado laboral interno de cada región.
- Ninis. El
volumen de jóvenes de entre 18 y 24 años que ni estudian ni trabajan
(ninis) ha caído a sus valores mínimos hasta el 11% desde el 15% de antes
de la pandemia.
- Formación. En
el último año se ha producido un importante aumento de casi 5 puntos en el
porcentaje de adultos que reciben formación, hasta el 16%.