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La pérdida de competitividad de España con la eurozona se agrava

La inflación en España se acelera 1,5 puntos en el sexto mes del año, el triple que la eurozona, debido al agotamiento de los efectos del plan anticrisis.

2 de Julio Fuente Expansión

La subida de la inflación en Europa y en España es una muy mala noticia para la economía, ya que se come el poder adquisitivo de los sueldos y los ahorros de los españoles, golpeando al consumo, así como los márgenes de beneficios de las empresas y el déficit público, especialmente en España, debido al fuerte aumento de los gastos que están vinculados a ella, como es el caso del plan anticrisis, las pensiones o los sueldos públicos. Sin embargo, hay otro elemento que también es de vital importancia y que supone un gran lastre para la actividad: la pérdida de competitividad derivada del diferencial de inflación con la eurozona. Y eso, en un contexto en el que la inflación en la eurozona no ha dejado de incrementarse en junio hasta alcanzar el 8,6%, su récord histórico, cuatro veces por encima del objetivo del Banco Central Europeo.

Los precios dieron una vuelta de tuerca en junio, con un alza de medio punto en Europa, hasta el 8,6% anual, y 1,5 enteros, el triple, en España, hasta el 10%. Este incremento se debe a que los precios de la energía, todavía con alzas muy fuertes (41,9%), están impactando con fuerza en los precios de los alimentos, donde se percibe una fuerte aceleración, pasando del 9% anual en mayo al 11,1% en junio. Esto puede provocar que las subidas de precios se enquisten, ya que es muy probable que los fabricantes sigan repercutiendo los incrementos de la energía, aunque esta empezara a moderarse. Y eso supone una muy mala noticia para el Viejo Continente, debido a que el aumento de los precios merma el poder adquisitivo de las familias, reduciendo el consumo y, por lo tanto, las exportaciones de España y el resto de los países a sus principales socios. Además, el incremento eleva la necesidad de una respuesta por parte del Banco Central Europeo, lo que a su vez puede elevar todavía más la carga financiera que sufren las familias, las empresas y los Estados. Y eso, a su vez, surtirá un nuevo impacto sobre el consumo y sobre las inversiones públicas y privadas.

Pero, además de esto, se trata de una muy mala noticia, especialmente para España, donde el IPC subió 1,4 puntos por encima de la media de la eurozona, una vez agotados los efectos del plan anticrisis sobre la contención de precios. Y la inflación se aceleró 1,5 puntos respecto a mayo, el triple que en los países de la moneda única, debido fundamentalmente a la moderación de medio punto en la escalada de los precios en Alemania, hasta el 8,2%, y en Países Bajos. Además, de todos los países de la eurozona, apenas cinco sufren una aceleración mayor que España en los precios de consumo: Bélgica, Eslovaquia, Estonia, Letonia y Lituania, estos tres últimos debido a su elevada dependencia de las exportaciones del gas ruso.

Este diferencial pone de manifiesto que las medidas para combatir la inflación en la locomotora europea podrían estar funcionando mejor que en España, o bien que su sistema eléctrico no genera una traslación tan grande entre los precios del gas y los de la electricidad, como sucede también en Francia (donde la inflación es del 6,5%, el segundo dato más bajo de Europa por detrás de Malta) gracias al elevado peso de la energía nuclear. Además, a esto hay que sumar que la enorme demanda embalsada en torno al sector turístico ha intensificado las subidas de precios en hoteles, restaurantes y cafeterías, lo que puede haber provocado un mayor incremento de precios en España que en el resto de los países. Y el diferencial se agrava todavía más si se compara con los grandes países europeos, como los ya mencionados Alemania y Francia, además de Italia (8,5%), todos con datos más suaves que el español.

Sea por la causa que sea, lo cierto es que el diferencial de precios no sienta nada bien a la economía, debido a que supone una merma para la competitividad de las empresas. Por un lado, que los precios suban más en España que en el resto de la eurozona significa que, probablemente, también suban más los costes de producción que en el Conjunto del Viejo Continente. Y, de hecho, así es, dado que tanto el Índice de Precios Industriales (que sube un 43,6% anual en mayo) como el Índice de Precios de Exportación (21,6%) se han elevado estos meses por encima de la media comunitaria, situándose entre los mayores incrementos de la eurozona. De hecho, el Banco de España calcula que los bienes y servicios de las empresas españolas han perdido un 4,5% de competitividad desde que estalló la pandemia en 2020.

Pero además, hay otro elemento perjudicial: si los precios de consumo suben con más fuerza que en el resto de Europa (y no precisamente por el vigor de la demanda nacional, sino por la formación de precios en el sistema eléctrico y su repercusión a otros bienes y servicios), también hay una mayor presión por parte de los trabajadores para mejorar sus salarios con la inflación, a pesar de que muy pocas empresas se pueden permitir igualar al IPC. De hecho, esto ha provocado un fuerte aumento de la conflictividad laboral en el primer trimestre del año, con tantas jornadas perdidas por huelgas como en la suma de los tres ejercicios anteriores, y puede intensificar los efectos de segunda ronda que, al encarecer la producción reforzarían la espiral inflacionista.









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