Los precios en España o Francia han
subido menos por las medidas de sus Gobiernos. ¿Pero qué pasará tras la crisis?
7
de enero CincoDias
Algunos países europeos han atajado el aumento de la inflación mejor que
otros. Francia y España destacan como las grandes economías en las que los
precios?subieron?al ritmo más lento –6,7% y 5,6%, respectivamente– en
diciembre, frente a una?media del 9,2% en la zona euro. Las medidas de los
Gobiernos de París y Madrid lograron suavizar los recientes repuntes en el
coste de la vida. Eso podría llevar a tasas de inflación más altas en unos
años, cuando los precios se equiparen a la realidad del mercado.
A primera vista, los resultados parecen un buen argumento en favor del control de precios
durante las crisis. Es cierto que Francia y España tienen menos dependencia
energética de Rusia que países como Alemania e Italia, donde los
precios?subieron,?respectivamente, un 9,6% y 12,3% en diciembre. Pero la
escasez en la cadena de suministros y la carestía de las importaciones a causa
de la debilidad relativa del euro golpearon a todos los países de la zona.
Los gobiernos tienen muchos medios para contener
la inflación de los precios de los alimentos y de la energía. Pueden obligar a las compañías eléctricas y
energéticas controladas por el Estado o reguladas a cobrar por debajo del
precio del mercado, como hizo Francia. Pueden imponer rebajas temporales en el
IVA, como ha hecho España con algunos alimentos básicos. Pueden presionar a las
empresas para que moderen las alzas de precios, con amenazas abiertas o
veladas.
Estas medidas tienen un coste fiscal, que será directo en el caso de los recortes de
IVA e indirecto cuando los beneficios más bajos desemboquen en una menor
recaudación fiscal. España gastó 45.000 millones de euros en 2022 en luchar
contra la crisis. Esto equivale al 3,5% del PIB del año anterior. Francia y
España también registraron algunos de los déficits fiscales más elevados de la
zona euro el año pasado, en torno al 5% del PIB.
La reducción de la inflación general impulsada por
la intervención del gobierno hace la vida más fácil a los consumidores y
respalda la demanda, puede impedir una espiral de los costes salariales y hace
que las exportaciones sean más competitivas.
El riesgo que se corre es que se produzcan ajustes
más adelante. Los precios
volverán a subir una vez que se terminen las rebajas del IVA. Los márgenes no
se pueden comprimir eternamente, y las empresas podrían estar tentadas de
tratar de recuperar el tiempo perdido. La generosidad fiscal conlleva un efecto
inflacionario retardado, y tiene que acabar en algún momento. Los gobiernos que
optaron por controles de precios moderados deben aceptar que la inflación
persistirá durante más tiempo que en aquellos países que la atajaron
directamente. Muchos seguirán pensando que mereció la pena.