El IPC se disparó hasta el 10,8% el mes pasado, su
tasa más alta en 38 años pese a la bajada de los carburantes. Energía y
alimentos lideran la subida de precios, que se extiende cada vez con más fuerza
a toda la cesta de la compra.
12 de Agosto Expansion
La inflación estrangula cada vez más la economía
de las familias, que ven como mes a mes se devalúan sus ingresos y sus ahorros,
apisonando su poder adquisitivo en un contexto en el que, si bien los salarios
también suben desde finales del año pasado, lo hacen a mucho menor ritmo que
los precios de consumo (cuatro veces menos).
El INE confirmó ayer que la inflación se disparó
hasta el 10,8% interanual en julio, seis décimas más que en junio y su tasa más
alta desde septiembre de 1984; esto es, desde hace casi 38 años. Y lo hizo a
pesar de la bajada del precio de los carburantes desde finales de junio.
La crisis energética, que fue el detonante del
actual shock inflacionista, sigue estando en el epicentro de un seísmo que la
guerra en Ucrania ha agudizado, truncando el proceso de recuperación pos-Covid
y despertando el fantasma de la recesión en Europa.
El problema es que la intensa y prolongada subida
de los costes de producción que
está provocando esa crisis ha terminado contaminando al conjunto de la cesta de
la compra, donde decenas de productos y servicios suben a tasas de doble
dígito, empobreciendo a marchas forzadas a los españoles.
Más de 60 bienes de consumo y servicios se han encarecido más de un 10% en julio en tasa
anual, mientras que casi una treintena sube un 15% o más, entre ellos numerosos
productos básicos y de primera necesidad.
Así, aunque el ránking lo encabezan los
combustibles líquidos, que hoy son casi el doble de caros que hace un año
(+95,7%), y los precios de la electricidad, que pese a estar en vigor desde
junio la llamada excepción ibérica para topar el precio del gas crecieron otro 49,4%
en el mes, las alzas han golpeado de lleno a un número creciente de bienes de
uso cotidiano, incluidos los alimentos, muchos de ellos de consumo diario.
El precio de los aceites que no son de oliva se ha disparado un 83,2%, con
el telón de fondo del desabastecimiento de aceite de girasol proveniente de
Ucrania, y el de las harinas y otros cereales lo ha hecho un 38%, cuando en
julio del año pasado apenas subían un 1,1%.
Las pastas alimenticias se han encarecido un 31,6%
y productos básicos como la leche cuestan hoy un 23% más en contraste con el
0,4% que se abarataron en el mismo mes de 2021.
La espiral inflacionista ha hecho también
prohibitivos otros alimentos esenciales en la dieta de los españoles como los
huevos, cuyo precio se ha disparado un 22,5%; las frutas frescas, que suben más
de un 15%, al igual que las legumbres y hortalizas, o el pan, que lo hace un
14,7%.
Alimentos como la mantequilla o las salsas y
condimentos suben también por encima del 20%, mientras que las confituras, el
queso, otros productos lácteos, o la carne de vacuno se han encarecido entre un
13% y un 14,5%. A estas alturas, es misión imposible acudir al supermercado sin
sentir la dentellada de los precios, que han subido exponencialmente en los
últimos meses.
Más allá
Pero si bien los alimentos y la energía copan los
primeros puestos de la carestía de la vida, la subida de precios va más allá,
como evidencia el ascenso de la inflación subyacente (no incluye alimentos ni
energía), que en julio se aupó hasta el 6,1%, seis décimas más que el mes
anterior y su tasa más elevada en casi tres décadas.
Así, el precio de los hoteles, hostales y
pensiones creció de media un 33,8% a lomos de la fuerte reactivación del
turismo; los vuelos internacionales, un 21,6%; los artículos no duraderos para
el hogar, un 15,1%; las comisiones bancarias y de oficinas de correos, un
10,6%; los muebles para el hogar, un 9,6%; los coches nuevos, un 9,5%; el
calzado para niños y bebés, un 9,4%; o los utensilios de cocina.
Esto es, una subida notable y generalizada que ha
cercenado el poder de compra de los hogares, hasta el punto de que, según un
reciente informe del Banco de España, las rentas más bajas ya se han visto
forzadas a reducir su consumo para afrontar el pago del recibo energético,
mientras que las más altas han podido seguir consumiendo pero a costa de
reducir su tasa de ahorro.
Alivio insuficiente de los carburantes
La pérdida de fuelle del precio del petróleo ante
los síntomas de enfriamiento de la economía y la demanda mundiales ha permitido
un alivio en la escalada del precio de los carburantes desde finales de junio.
Eso no impidió que tanto la gasolina como el gasóleo presentaran en julio alzas
interanuales del 23,9% y el 35%, respectivamente, evidenciando que se trata de
un respiro insuficinte.
Excepción ibérica, efecto limitado
Puede que la llamada 'excepción ibérica', que entró
en vigor a mediados de junio, haya evitado que la escalada de la luz fuera a
más, pero no la ha corregido. La electricidad subió en julio un 49,4% en tasa
anual, haciendo que los gastos en una vivienda se disparasen un 23% respecto a
los niveles de hace un año. Todo ello en un contexto en el que los precios del
gas también han ido in crescendo.
Las contadas excepciones a la regla
Incluso en un contexto tan inflacionista como el
actual, en el que las subidas son masivas y generalizadas, es posible encontrar
productos que se han abaratado. Entre esas (contadas) excepciones a la regla
están los peajes y aparcamientos públicos, que bajan un 20,5%; los servicios de
telefonía móvil (-6,3%), los ordenadores personales (-3,5%), o los seguros de
vehículos a motor (-1%)