Bruselas plantea drenar un 33% del beneficio
extraordinario de las firmas de combustibles fósiles, medido como la ganancia
que supere en un 20% la media anual de 2019 a 2021, creando un impuesto que
sustituiría al que tramita el Congreso en España.
15
de septiembre Fuente Expansión
Bruselas está tan decidida a que las grandes
compañías energéticas contribuyan a paliar la crisis inflacionista y de escasez de suministro de energía que
está dispuesta a dar un paso inédito promoviendo la creación de un impuesto
extraordinario común para todos los Estados miembros. El tributo, que
drenaría un tercio de los beneficios extraordinarios logrados en 2022 por las empresas
que operan con combustibles fósiles, recaudaría 25.000 millones de euros en
toda la Unión Europea. De prosperar, la nueva figura obligaría al Gobierno
español a tumbar el nuevo tributo a las energéticas que acaba de comenzar a
tramitar el Parlamento, suavizando el impacto económico que espera el sector
nacional.
"Las grandes empresas de petróleo, gas y
carbón obtienen enormes beneficios. Así que tienen que pagar una parte justa,
tienen que dar una contribución de crisis", defendió ayer la presidenta de
la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el discurso del estado de la
Unión ante el Parlamento Europeo. "Nuestra propuesta recaudará más de
140.000 millones de euros para que los Estados miembros amortigüen el
golpe" de una crisis inflacionista iniciada por los cuellos de botella que
generó la pandemia y agravada por la invasión rusa sobre Ucrania y las
restricciones de suministro energético impuestas por Moscú a la UE. El grueso
del monto, 117.000 millones, saldría del tope de 180 euros por megavatio que
Bruselas plantea imponer sobre los ingresos de quienes generan energía
renovable o nuclear (ver página anterior). Otros 25.000 millones, detalló la
Comisión, provendrían de una "contribución solidaria temporal"
aportada "por empresas energéticas en los sectores del petróleo, el gas,
el carbón y las refinerías".
Pese al eufemismo, esta contribución solidaria
toma forma de impuesto tradicional, el primero que se impulsaría de forma común en una Unión Europea que
tiene pendiente la construcción de una auténtica Unión Fiscal. El mecanismo,
que viene siendo discutido con los distintos países en los últimos días a
partir de borradores informales, quedó oficialmente plasmado ayer en una
"propuesta de reglamento sobre una intervención de emergencia para hacer
frente a los altos precios de la energía".
El planteamiento final consiste en aplicar un tipo
de gravamen del 33% sobre los beneficios extraordinarios cosechados por las
compañías de combustibles fósiles durante 2022 como consecuencia del excepcional alza de los
precios energéticos. Para medir este etéreo concepto, la Comisión propone
fijar como base imponible las ganancias del presente ejercicio que superen en
un 20% la media de beneficios anuales del periodo 2019 a 2021. Para
aquellas compañías que arrojen un resultado medio negativo en los tres últimos
años, la cifra de referencia sería "cero", con lo que fuentes
oficiales explican que todas las ganancias achacables a 2022 quedarán sujetas
al tipo del 33%.
El texto detalla que los beneficios computables
serían los que determinen las normas fiscales de cada país y que el nuevo
gravamen comunitario se aplicará "además de los impuestos y tasas
regulares" de cada país. No
ocurrirá lo mismo, sin embargo, con los diferentes impuestos extraordinarios a
empresas energéticas que varios países han ido impulsando y que, confirman
fuentes oficiales, están condenados a ser sustituidos por la nueva tasa europea
si acaba creándose. Esta situación afectaría, por ejemplo, al impuesto que
Italia aprobó en primavera, o al que el Parlamento español ha comenzado a
tramitar esta semana.
Este último ha sido promovido por los grupos que
forman el Gobierno, sorteando los
informes preceptivos de los proyectos del Ejecutivo, bajo la la inusual fórmula
de "prestación pública patrimonial no tributaria". Busca recaudar
2.000 millones anuales gravando al 1,2% el importe neto de la cifra de negocios
de las firmas energéticas que facturasen más de 1.000 millones en 2019. Estaría
en vigor en 2023 y 2024, gravando los beneficios de los ejercicios previos,
arrojando 4.000 millones a los que se sumarían los 1.500 millones anuales que
aportaría el nuevo impuesto a la banca (que no está en cuestión por el plan
europeo).
El objetivo es que ambas figuras queden aprobadas
antes de final de año para que
puedan comenzar a gravar a los sectores afectados este mismo año sin incurrir
en retroactividad, una carrera contra el tiempo que también encara Bruselas. De
prosperar el tributo europeo -lo que está por ver dadas las diferencias de
criterio entre países- el español sería modificado o sustituido, suavizando el
impacto económico para el sector nacional, puesto que la tasa comunitaria grava
beneficios en lugar de ingresos; afecta solo a 2022, y no a 2023; y se centra
en las firmas de combustibles fósiles, no en todas las energéticas. Es decir,
que recaudaría menos.
Uso restringido de la recaudación
La Comisión restringe el uso de los ingresos de la
nueva tasa a medidas de apoyo a consumidores de energía vulnerables; reducción
de costes o consumo de energía; apoyo a industrias electro intensivas
(condicionado a inversiones en renovables o mejora de la eficiencia); al
desarrollo de la autonomía energética con proyectos transfronterizos; la
protección del empleo y la formación de trabajadores.
Visto bueno de Sánchez y Fejióo
"La UE aplicará un nuevo impuesto a los
beneficios extraordinarios de las eléctricas. Es un orgullo que Europa se
inspire en las propuestas de España, que protegen a la mayoría social y clases
trabajadoras, para seguir luchando contra la crisis energética provocada por
Putin", celebró en Twitter el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Por
su parte, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ve con buenos ojos la tasa
europea, que sitúa en las antípodas de la del Gobierno, a la que se opone, según
revelaron a Europa Press fuentes del partido.