El Gobierno se felicita de que la economía
española ha crecido un 5,5% en términos reales o constantes en el año 2022, que
le lleva a presumir de que el crecimiento español es fuerte y robusto y lidera
el avance económico en la UE. Esto sería maravilloso de ser verdad, pero no lo
es o, mejor dicho, es una media verdad que emplea para tapar la realidad.
27
de enero Expansión
Con ello, genera una ilusión con la que trata de
engañarnos para hacernos ver una cosa distinta de la que es; es decir,
emplea ese dato aislado del PIB como trampantojo en materia de
crecimiento económico con la que distraer nuestra atención.
Sin embargo, los datos son malos, por
mucho que se empeñe el Gobierno en decir lo contrario: aun siendo el punto de
partida del PIB español más bajo que el del conjunto de nuestros socios europeos, nuestra
economía pierde fuelle sin recuperar esa prosperidad previa a la pandemia:
si analizamos los índices de volumen encadenado del PIB ajustados de
estacionalidad y efectos de calendario, podemos observar cómo el índice del
cuarto trimestre de 2019 era de 111,12 en base 2015=100, mientras que en el
mismo periodo de 2022 se queda en 110,1406 en idéntica base. Es decir, todavía
estamos por debajo del nivel de PIB en términos reales o constantes anterior a
la pandemia, al menos ese punto, que si pudiésemos medirlo hasta febrero de
2020, cosa que no podemos hacer al tener la contabilidad carácter trimestral,
todavía estaríamos más alejados.
En este contexto en el que no se ha recuperado el
nivel de PIB real previo a la
pandemia, el crecimiento se estanca en el último trimestre 2022, con un
escuálido 0,2% de incremento trimestral, según los datos de avance de la
Contabilidad Nacional, quedándose prácticamente plano y abriendo la puerta a
que en la próxima revisión de marzo pueda ajustarse negativamente,
cuando se cuente con todos los indicadores del trimestre, dada la aceleración
en el empeoramiento de la mayoría de ellos, como, por ejemplo, muestran los
datos de empleo de la EPA del mismo trimestre
Así, el PIB crece lo mismo que en el trimestre
precedente, con fuertes caídas en consumo de los hogares e inversión.
De esa manera, el consumo de los hogares se desploma y cae un 1,8%
trimestral, mientras que cae la inversión un 3,8% trimestral. Especialmente
fuerte es la caída de la inversión en bienes de equipo, que lo hace
un 5,8% trimestral. Esto muestra la pérdida de
confianza, el empeoramiento de expectativas y la pérdida de poder adquisitivo y
aumento de costes empresariales.
Las exportaciones caen un 1,1% trimestral,
que indican una pérdida de competitividad y una disminución por
pérdida de renta de los extranjeros. Las importaciones caen un 4,2%
trimestral, reflejo del descenso del consumo y de la merma en la renta
disponible por pérdida de poder adquisitivo de los residentes.
La demanda externa en términos
interanuales se queda en una aportación al crecimiento de 2,1
puntos, con un descenso de una décima respecto al crecimiento del trimestre
anterior, donde, no lo olvidemos, fue la parte de la economía que mantuvo la
actividad con más fortaleza. Eso es fruto de una reducción a la mitad del
crecimiento de las exportaciones y de una reducción a la cuarta parte del
crecimiento de las importaciones. Especialmente preocupante es la fuerte reducción
en el crecimiento interanual de las exportaciones de servicios, que
pasan de crecer un 51,5% a hacerlo un 13,9%. En los servicios es
donde se concentra gran parte de la fortaleza exportadora de España, de manera
que esta reducción es muy significativa y preocupante, en la que puede influir,
además del descenso de la renta del exterior, también una pérdida de
competitividad por incremento de costes, que puede llevar a perder mercados.
La industria apenas crece un 0,1%
trimestral; la construcción cae un 0,3%; los servicios se estancan en un 0,3%,
una décima menos que el ya exiguo 0,4% del trimestre previo. El comercio
y hostelería caen un 0,6% trimestral y las actividades de ocio caen un 7%
trimestral.
Este dato es todavía peor si tenemos en cuenta que
se produce en un trimestre, el cuarto, en el que la campaña de Navidad tiene
mucha fuerza, máxime cuando ya el tercer trimestre había sido un fiasco, pese a
la gran temporada turística que se produjo, que mostraba que el resto de
actividades están ralentizándose a pasos agigantados.
Por último, este crecimiento es inferior
al previsto por el Gobierno en su cuadro macroeconómico en 1,5 puntos (diapositiva
10 de la presentación que hizo en octubre de 2022) donde estimaba un
crecimiento del 7% para la economía española, con lo que ha crecido casi una
cuarta parte menos de lo previsto. Además, ese menor crecimiento se da sobre un
incremento en 2021 también muy inferior al estimado por el Gobierno entonces:
en el plan presupuestario remitido a Bruselas en octubre de 2020 estimaba un
crecimiento de la economía española para 2021 del 7,2% sin
fondos europeos y del 9,8% al incorporar el efecto de dichos fondos (página 12
del plan) cuando la economía terminó creciendo también un 5,5% en
dicho año, es decir, también casi una cuarta parte menos que lo previsto sin
fondos europeos y casi la mitad que lo que el Ejecutivo previó sobre el dato en
el que incorporaba los fondos europeos.
Esta intensa desaceleración -por
mucho que el Gobierno trate de vender datos parciales- es fruto de la
política económica equivocada del Gobierno, basada en incremento de gasto,
aumento de impuestos, elevación de déficit y deuda e inseguridad jurídica,
ahuyenta inversiones y dificulta la actividad económica, perjudicando la
creación de puestos de trabajo, dejando maltrecha a la economía española, que
sigue sin recuperar su nivel de crecimiento previo a la pandemia. El Gobierno
mantiene anestesiada a la economía con el ingente gasto público para tratar de
llegar a las elecciones con opciones, pero está provocando un peligroso daño
estructural en la economía española.
José María Rotellar, profesor de la UFV