16 de Octubre Expansión
La lógica se
derrumba cuando una política gubernamental proteccionista súbita altera
drásticamente la competitividad y, por consiguiente, precios y márgenes.
La
globalización se ha quedado sin aliento. La pandemia, las rupturas
logísticas, los conflictos geopolíticos y el avance frenético de la
inteligencia artificial están acelerando la redefinición de los viejos mapas
del comercio mundial. El poder de mercado se desplaza, emergen bloques
proteccionistas y la fiscalidad corre para no quedarse atrás. En este tablero
movedizo, los Precios de Transferencia han pasado de ser un mero ejercicio de
compliance a convertirse en la brújula que orienta tanto la tributación como la
estrategia corporativa.
Por un lado, las
administraciones fiscales, con balances públicos cada vez más tensionados y un
ciclo geopolítico más belicoso, compiten por la base imponible. Unas seducen
con tax holidays para chips o hidrógeno, otras levantan aduanas de bits, y la
coordinación multilateral se resiente. Al mismo tiempo, las multinacionales han
aceptado que la eficiencia pura murió de éxito, hoy impera la resiliencia y la
autonomía estratégica, lo que implica diversificar proveedores, repatriar
producción crítica y blindar intangibles. Mientras tanto, la normativa continúa
mutando. Tras la cascada BEPS (Acción 13, Master File, CbCR), llegan los
Pilares 1 y 2 y su impuesto mínimo global del 15 %. El consenso, sin embargo,
se tambalea cuando la primera potencia mundial cuestiona el arbitraje fiscal.
Ese trasfondo
geopolítico y normativo pone también bajo examen el principio de libre
competencia (arm's length) formulado para evitar la doble imposición y
fomentar una economía globalizada, sobre la base de precios que se pactarían
entre partes independientes ecualizados por el propio mercado. La lógica se
derrumba cuando una política gubernamental proteccionista súbita altera
drásticamente la competitividad y, por consiguiente, precios y márgenes.
Pensemos en una filial caracterizada funcionalmente, desde la perspectiva de
precios de transferencia, de riesgo limitado (por ejemplo, un distribuidor con
margen fijo sobre costes). Si un incremento del 25% encarece de golpe la
importación, el margen contractual para la filial sigue intacto, pero la
rentabilidad real se evapora por la pérdida de competitividad. ¿Quién y por qué
debe absorber la pérdida? Esta cuestión ya se ventila en tribunales y
procedimientos amistosos (Mutual Agreement Procedure - MAPs por sus siglas en
inglés) de medio mundo desde la crisis del COVID-19.
Las
herramientas técnicas de precios de transferencia necesitan un ajuste fino y
constante. Las bases de datos, con información financiera de potenciales
comparables, tardan en reflejar las crisis, así que hoy es habitual depurar los
históricos con filtros estadísticos, definir periodos comparables y segmentar
funciones mediante análisis de la generación de valor (análisis DEMPE), para
recalcular y ajustar los indicadores de las metodologías de valoración (como el
TNMM o profit split). Los Acuerdos Previos de Valoración (APA) evolucionan,
incluyen mecanismos de reapertura ligados a indicadores externos (Baltic Dry,
gas TTF, VIX) que permiten renegociar si un shock desbarata los supuestos.
Además, se extienden las cláusulas de ajuste de precio (true-up periódico o
look-back) que reparten el riesgo casi en tiempo real, siempre que su lógica
quede documentada antes de aplicarlas.
La tecnología
acelera la evolución. Los grandes modelos de lenguaje y los algoritmos de
machine learning ya se incrustan en los cuadros de mando de precios de
transferencia. Alimentados con datos internos y bases públicas de comparables,
predicen rangos intercuartílicos, lanzan alertas ante valores atípicos antes
del cierre contable y simulan, en segundos, el efecto de un shock cambiario o
logístico sobre la cadena de valor. El reto reside en gobernar la calidad y
trazabilidad del dato, además de explicar la lógica del algoritmo a la inspección.
Quien resuelva esa ecuación convertirá la función de precios de transferencia
en acelerador de decisiones y no en simple guardián del pasado.
Decidir hoy
dónde fabricar un microchip, alojar un algoritmo o delimitar el origen y
tratamiento del dato y su valor, define la huella fiscal de la próxima década.
Precios de transferencia, gestión de riesgos, ciberseguridad, sostenibilidad,
gestión de recursos, comité de inversiones y cualquier otra área implicada en
el desarrollo estratégico de un modelo de negocio internacional, deben sentarse
en el mismo comité. Ninguna Documentación de precios de transferencia o Excel,
por muy sofisticado que sea, aguanta una política de silos. De ahí que el
relato fiscal se haya transformado en narrativa de valor para inversores y
reguladores.
Para navegar
este mar picado conviene tener presentes cinco claves: 1) activar un radar
normativo que integre aduanas, IVA, ayudas estatales, evolución de puertos
seguros (safe harbours) y cualquier otro requisito normativo; 2) consolidar un
repositorio de datos o data lakes que permitan la analítica prescriptiva, simulación
what-if y reporte automático BEPS 2.0; 3) dotarse de políticas vivas reflejadas
en playbooks que afinen márgenes y rangos intercuartílicos con datos accesibles
en tiempo real ; 4) elevar a Consejo un capítulo de precios de transferencia
ligado a métricas ESG y a KPIs de transparencia; y 5) capacitar a la cadena de
suministro, ventas y legal en la lógica arm's length, porque la estrategia se
quiebra cuando la operativa no la comprende.
Un viejo axioma
periodístico sentencia: "cuando todo parece claro, es hora de empezar a
dudar". En Precios de Transferencia, la duda no es síntoma de
debilidad, es la vitamina que nos obliga a cuestionar lo obvio y a desafiar el
piloto automático. En un mundo que se redefine a cada latido, el mayor riesgo
es actuar como si nada hubiera cambiado.
Porque, al
fin y al cabo, los Precios de Transferencia son el control de tracción de la
cadena de valor, trabajan en segundo plano, detectan variaciones en
indicadores clave, costes o márgenes y redistribuyen la potencia para que la
empresa mantenga el rumbo sin derrapar. Quien domina bien esta herramienta,
alinea el beneficio con la realidad operativa y avanza con confianza. ¿Para qué
circular con la luz de avería encendida? Esa es, al final, la razón por la que
esta disciplina importa.