Aunque los precios de los alimentos moderaron su
avance el mes pasado, una cuarentena de productos, muchos de ellos de primera
necesidad, se encareció por encima del 10%.
13
de mayo Expansión
La inflación, aquel fenómeno que los
bancos centrales tildaban de "transitorio" allá por 2021, sigue
siendo en 2023 uno de los grandes azotes de las familias, que ayer recibieron
noticias agridulces para sus bolsillos. El INE confirmó que el IPC
repuntó hasta el 4,1% interanual en abril, ocho décimas más que en
marzo, mientras que el subyacente, que excluye los elementos más
volátiles (energía y alimentos frescos) frenó su ritmo de avance hasta el 6,6%,
nueve décimas menos que en marzo, pero aun así en cotas todavía muy elevadas,
que evidencian la resistencia de los precios a ceder.
Para los hogares, la buena noticia (relativa) es que el precio de los alimentos moderó su
ascenso en abril, con un incremento interanual del 12,9%, 3,6
puntos menos que en marzo, lo que hace albergar la esperanza de que la escalada
haya tocado techo.
La mala es que las subidas son acumulativas y
que los alimentos encadenan trece meses consecutivos con alzas de doble
dígito. El IPC de los alimentos se dispara más de un 24% desde
abril de 2021, cuando la reapertura de la economía tras el Covid provocó
cuellos de botella en las cadenas de suministro y tensiones en los precios, que
la guerra en Ucrania catapultó después hasta cotas inéditas en décadas.
En otras palabras, los precios no solo no caen,
sino que siguen creciendo con fuerza, aunque menos que en meses
precedentes, y lo hacen, además, en un contexto en el que las subidas de los
tipos de interés para intentar apagar el incendio inflacionario han golpeado
aún más si cabe el poder adquisitivo de las familias, cuyo gasto en
consumo lleva dos trimestres consecutivos de capa caída.
Otra razón que invita a no echar las campanas al
vuelo es la amenaza que
la grave sequía que padece España supone para la inflación
alimentaria. El propio ministro de Agricultura, Luis Planas,
aconsejó ayer prudencia. Si bien valoró positivamente el freno en el ritmo de
subida de los alimentos en abril, que atribuyó a las medidas del Gobierno, pero
también a la tendencia de los mercados internacionales, advirtió de que "un
buen dato hoy no significa que todo esté ni mucho menos resuelto",
mencionando precisamente el "factor incertidumbre" de la sequía.
En abril, prácticamente todos los alimentos
volvieron a encarecerse, con una única excepción: los aceites de
semillas (girasol, soja...), que se abarataron un 26,7% por primera
vez en más de tres años. A partir de ahí, hacer la compra volvió a ser un
viacrucis para las familias, con subidas superiores al 10% en casi una
cuarentena de productos, muchos de ellos de primera necesidad.
Así, el azúcar se encareció un
49,6% interanual; la mantequilla, un 31,2%; la leche, entera o
desnatada, más de un 27%; las legumbres frescas, un 27,8%; el arroz y
los alimentos para bebé, por encima del 23%; el aceite de
oliva, un 22,2%; las patatas, un 20,1%; el queso,
un 18,1%; los huevos, un 15,8%, o la harina, un 14,7%.
Muchos de esos productos figuran en la lista de productos con el IVA rebajado o suprimido por
el Gobierno, como el aceite de oliva, la leche, las legumbres, los huevos, las
patatas o el queso. Es cierto que algunos de esos alimentos básicos han
atenuado sus subidas, pero siguen encareciéndose, como el pan, que
en abril subió otro 9,3%, o las pastas, un 7,4%.
La presión sobre los precios alimentarios afloja,
pero no lo suficiente. Y aún le queda cuerda. El Banco de España vaticinó
en marzo que la inflación media de los alimentos rondará el 12,2% este
año y Funcas la sitúa en el 13,5% para los alimentos
elaborados y en el 10% para los frescos.
En este escenario, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (Aecoc)
reclamó ayer al Gobierno extender la rebaja del IVA más allá del 30 de
junio y ampliarla a la carne y el pescado, cuyo consumo se ha retraído
por los precios.