Está fuera de
la realidad la afirmación de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, y de la
ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
16
de febrero Expansión
El dato
definitivo del IPC de enero ha confirmado que la tensión en
los precios sigue siendo muy importante, que no se ha relajado y que encierra
elementos muy preocupantes, aunque el Gobierno se empeñe en ir contra la
realidad. Suben los precios continuadamente desde noviembre de 2020. El
IPC general se sitúa en el 5,9% interanual -una décima más que en el indicador
adelantado y dos décimas más que en diciembre, pese a partir de una comparación
con un mes en el que había ya elevada inflación-. La subyacente sube
cinco décimas y crece hasta el 7,5% interanual, de manera que la
inflación más preocupante, la más estructural, que es la subyacente, sigue
creciendo, tras cruzarse con el índice general, que muestra cómo el alza de
precios se ha enroscado de manera muy importante en toda la cadena de valor.
Los alimentos crecen un 15,4% interanual en la cesta del IPC.
En el mes, el pescado ha aumentado un 2,1%; la carne, un 0,6%; y los
carburantes, una vez retirada la subvención, un 11,3%, que refleja que nunca
hubo bajada real, sino subvencionada.
Todo ello lleva
a un empobrecimiento de la economía, con las empresas que no soportan ya más
aumento de costes y con las familias asfixiadas por el incremento de la cesta
de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias variables. En ese día a día
en el supermercado, se puede comprobar cómo los productos básicos han subido
mucho más desde el verano, con incrementos en el precio de la leche de hasta el
61%; un 14,3% en las naranjas; un 44% en los tomates; un 36% en los
huevos; un 11% en el pan; un 20% en la carne; hasta un 40% en el pescado; o un
84% en el aceite de oliva, por poner unos ejemplos.
Está fuera de la
realidad, por tanto, la afirmación mantenida por la vicepresidenta
primera, Nadia Calviño, y por la ministra de Hacienda, María Jesús
Montero, cuando dicen que los precios de los alimentos han comenzado a
bajar. ¿Dónde está la bajada? No está en la cesta del INE donde suben, y no
está en el supermercado, donde han subido muchísimo más desde hace medio año.
Se ha aplicado la rebaja del IVA, pero la subida anterior de la base hace
inapreciable esa mitigación, que simplemente reduce algo la subida, pero no
provoca una bajada de precios.
Por ejemplo,
una barra de pan antes del pasado verano costaba en un
supermercado 65 céntimos. En septiembre, subió a 70 céntimos, y en octubre, se
incrementó hasta los 75 céntimos. Es decir, aumentó un 15,38%. Al ser el
impuesto proporcional, la parte del tributo se incrementó igual, un 15,38%, de
2,5 céntimos a 2,885 céntimos. Ahora, la rebaja del IVA ha hecho que dicha
barra de pan descienda a 72 céntimos, pero el incremento de precios sigue
siendo importante, un 10,95%.
Como digo, los
precios de carne y pescado suben con fuerza en el mes de enero
en tasa mensual, con los carburantes disparados, pero el Gobierno se niega a
incluir a dichos alimentos en la rebaja de IVA y a disminuir
los impuestos a los carburantes hasta el límite que le permite la legislación
europea y a solicitar a la UE la posibilidad de rebajar el tipo impositivo.
Como si la carne, el pescado o las conservas no fuesen parte de la cesta de la
compra de cualquier familia, elemento que muestra que la compra o no la hacen
mucho o viven en la ignorancia, pues son productos básicos en cualquier hogar.
Esto no es culpa
de los supermercados, sino de una política económica, la del gobierno al que
pertenece Calviño, que con su ingente gasto público presiona los
cuellos de botella y dificulta la transmisión de la política monetaria para
reducir la inflación. Si los precios han dejado de subir una mínima
parte se debe a que las empresas han aplicado la rebaja del IVA a rajatabla,
sin subir el precio base, cosa distinta de lo que ha hecho el Gobierno durante
meses, que se negó a bajar dicho IVA para compensar la subida de precios
derivada de los mayores costes a los que se enfrentan las empresas, elemento
que le ha permitido amasar una recaudación adicional que malgasta en lugar de
reducir mucho más decididamente el enorme déficit público que sigue habiendo y
la todavía más abultada deuda pública que se sigue acumulando.
Ante semejantes
afirmaciones de las dos ministras más económicas del Gobierno sólo cabe pensar
que los miembros del Ejecutivo acuden a comprar a algún tipo de economato como
los que había antes para los empleados del INI y para el resto de empleados
públicos -había uno en la calle de Alcántara, en Madrid, por ejemplo- donde los
precios estaban más baratos al encontrarse subvencionados. O eso, o han perdido
todo contacto con la realidad o, sencillamente, no dicen la verdad.
José María
Rotellar. Profesor de Economía.