Inflación, costes energéticos y alza de tipos
elevaron los impagos en 2022; cuatro de cada diez empresas alertan de que los
costes financieros deterioran el comportamiento de pago.
6
de mayo Expansión
La economía española está mostrando una notable
resiliencia, con un crecimiento
del PIB del 5,5% en 2022 y del 0,5% en el primer trimestre de este
año, frente al anémico 0,1% del conjunto de la zona euro, y un mercado laboral
que, a diferencia de crisis anteriores, está logrando capear hasta ahora el
temporal. Pero eso no significa que en el monte de la economía todo sea
orégano. El consumo de los hogares, uno de los grandes pulmones de
la economía doméstica, está deprimido y el gran salvavidas del
PIB en los últimos meses han sido las exportaciones y, en concreto, el turismo
extranjero, en un contexto en el que la economía internacional se enfría.
En este escenario, el tejido empresarial español, que aún no había
cicatrizado del todo las heridas del Covid, arrastra desde hace meses las
consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania: elevada inflación,
abultados costes energéticos, el rápido y abrupto encarecimiento de los costes
financieros y la persistencia de los problemas en las cadenas de
suministro.
Los efectos de este cóctel tóxico para el mundo
empresarial han sido un incremento
de la morosidad y los impagos. El 20% de las empresas españolas afirma que
sufrió "impagos significativos" en 2022, "lo que supone un deterioro
de cuatro puntos frente a los niveles de impacto de la morosidad de hace un año".
Así lo recoge el último informe de Crédito y Caución e Iberinform sobre
la gestión del riesgo de crédito en España, publicado ayer.
La acelerada subida de los tipos de
interés, que en menos de un año han pasado del 0% al 3,75% fijado el pasado
jueves por el BCE, han convertido los crecientes costes financieros en un
factor de riesgo añadido, "cuando hace un año era irrelevante". De
hecho, en la actualidad "el 43% de las empresas españolas percibe el
impacto del incremento de los costes financieros en el comportamiento
en pagos y los niveles de solvencia de su cartera comercial", señala el
informe, en el que han participado responsables de casi 800 empresas de
diferentes sectores y tamaños.
Ahora, el encarecimiento de la financiación, vital para mantener engrasado el tejido
productivo, se ha erigido "en el tercer factor desestabilizador
del riesgo de crédito comercial" por detrás de la espiral
inflacionista, citada por el 67% de los encuestados, y los costes energéticos,
mencionados por el 57%.
Un trinomio de factores que agrava la situación de
muchas empresas, especialmente
las pymes, donde llueve sobre mojado y para las que la evolución de los precios
de los insumos sigue siendo "crítica para el deterioro de los
pagos y la solvencia", ya que, según resalta el documento, "las
empresas repercuten parte de estos incrementos contra sus márgenes al no
trasladarlos de forma directa a sus precios finales y afrontan, además, caídas
en la demanda de las familias".
Todo ello sin olvidar que, aunque mitigados,
todavía persisten los problemas de la cadena de suministro, citados
por el 31% de las empresas sondeadas, y las tensiones geopolíticas (21%), con
el creciente riesgo de que la economía global se fracture en bloques, como
advirtió el jueves el FMI.
Con este incierto telón de fondo, "el 85%
de las empresas españolas percibe el impacto del entorno económico en
el riesgo de crédito de su cartera comercial" en un contexto en el que
inflación, energía y costes financieros se perfilan como "los principales
factores desestabilizadores del riesgo de crédito en 2023"; esto es, como
elementos que pueden impulsar los impagos, a pesar de que el 57% de las
empresas espera que su facturación crezca este año, frente al 42% que prevé que
se mantenga o disminuya.
LOS CONCURSOS DE ACREEDORES SE DISPARAN UN 29% EN
ABRIL
Los problemas que arrastra el sector empresarial
en los últimos años, fruto de la crisis del Covid, la guerra en Ucrania, la
espiral inflacionista, los costes de producción, el aumento de cargas laborales
(alzas del SMI y de las cotizaciones, más impuestos...), y a los que ahora
se suman mayores gastos financieros, se plasman en el aumento de las
insolvencias empresariales.
Los concursos de acreedores se dispararon un 29%
en abril respecto al mismo mes del año pasado, con la entrada de 568
empresas en suspensión de pagos frente a las 440 de abril de 2022,
según datos de Informa D&B.
En tasa Intertrimestral, el número de
concursos se catapultó un 42,7% respecto a marzo, eclosión que se
produjo tras el fin de la huelga de los letrados judiciales, que durante dos
meses (febrero y marzo) redujo de forma sustancial el número de procedimientos
(un 47,2% en febrero y un 35,1% en marzo) por la sencilla razón de que casi se
congeló el registro de las solicitudes en los juzgados. Esto es, la huelga
camufló temporalmente una avalancha de procesos que, previsiblemente, irá a más
en los próximos meses a medida que se vaya digiriendo ese retraso.
Aunque la nueva Ley Concursal, que
entró en vigor en septiembre pasado, busca primar los procesos de
reestructuración para salvar el mayor número posible de empresas viables, los
concursos siguen copando el grueso de los procedimientos: más del 92% de
los registrados en abril. De hecho, los planes de reestructuración apenas
llegaron a 24 (el 3,9% de los procesos totales) y otros 21 fueron
procedimientos especiales para microempresas, vigentes desde el pasado enero y
que apenas se habían utilizado hasta ahora.
Es de prever que tanto esta figura como los planes
de reestructuración vayan cogiendo fuerza en el transcurso de los próximos meses.
De hecho, los planes de reestructuración, pensados para empresas de
cierto tamaño, sumaron 143 entre enero y abril, mientras que los
procedimientos para micropymes, que arrancaron más tarde, solo llegaron a 30.