La Comisión Europea plantea que la reactivación de
las reglas fiscales pase por fijar planes de consolidación adaptados a cada
país pero que coincidan en requerir un ajuste mínimo de 0,5 puntos de PIB al
año.
27
de abril Expansión
Bruselas puso ayer sobre la mesa las nuevas reglas
del juego presupuestario que plantea compartir en la Unión Europea. Tras cuatro
años con los objetivos de déficit y deuda suspendidos, para permitir a los
socios comunitarios combatir la crisis del Covid-19 sin tener las manos atadas,
la Comisión Europea presentó la letra pequeña de su propuesta de reedición de
las reglas fiscales. El documento supone una suerte de cuadratura del círculo
que pretende recuperar las costuras de las cuentas públicas europeas atendiendo
tanto a los socios que exigen ortodoxia como a los que reclaman proteger el
crecimiento. El resultado pasa por someter a los países con desequilibrios a
sendas de ajuste personalizadas, pero con un ajuste mínimo anual común que en
el caso español ascenderá a unos 7.000 millones de euros.
El documento, presentado ayer en rueda de prensa por el vicepresidente económico de la
Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, y el comisario europeo de Economía, Paolo
Gentiloni, busca así ofrecer una solución salomónica que contente a la
diferentes sensibilidades comunitarias.
De un lado, la propuesta pasa por comenzar a reequilibrar las malogradas cuentas
públicas europeas con planes de consolidación plurianual a la medida de cada
país, contemplando excepciones que eviten apretar las tuercas a los estados
durante las crisis (tras lo ocurrido en la Gran Recesión), como reclaman París,
Roma, Madrid y el resto de socios que aboga por reglas fiscales que primen el
crecimiento y las inversiones clave.
De otro, el plan busca contentar a Berlín y los otros guardianes de la ortodoxia
fiscal exigiendo un relevante volumen de ajustes presupuestarios anuales a los
países incumplidores y restringiendo su capacidad de seguir elevando el gasto
público.
De hecho, la Comisión Europea aboga por mantener
vigentes los tradicionales límites de 3% de déficit y 60% de deuda pública que
ya operaban, y por seguir
aplicando protocolos de déficit excesivo a los países en los que el agujero
fiscal rebase este tope.
A, partir de ahí, sin embargo, Bruselas ha
introducido una serie de novedades que, simplificando las farragosas reglas
originales, buscan equilibrar la consolidación, a fin de "reducir los
altos índices de deuda pública de manera realista, gradual y sostenida",
con el crecimiento, "apoyando el progreso hacia una economía verde, digital,
inclusiva y resiliente".
Bruselas establece como "piedra angular"
de su propuesta la petición de planes fiscales diseñados por cada Estado
miembro con las medidas, reformas
e inversiones que planean acometer para corregir sus desequilibrios presupuestarios.
Estas hojas de ruta tendrán una duración de cuatro años, ampliables a siete en
el caso de conllevar reformas e inversiones estructurales con efectos a largo
plazo. En cualquiera de los dos casos, los países deberán comprometer una
reducción de la ratio de deuda pública sobre PIB en los cuatro primeros
ejercicios. Los documentos serán evaluados por la Comisión pero requerirán la
aprobación del resto de socios en el Consejo Europeo.
Posteriormente, los planes se someterán a una suerte de evaluación continua en la que cada
país deberá entregar un informe de progreso anual y someterse a la vigilancia
fiscal dentro del Semestre Europeo.
La idea de Bruselas es que cada Estado miembro
pueda dibujar su propia senda de consolidación personalizada pero sometida al control del grupo y sujeta a unas
exigencias mínimas.
Así, los países con un déficit público superior al
3% del PIB, o una deuda pública de más del 60%, estarán sujetos a una
"trayectoria técnica" que exigirá drenar el agujero fiscal y situar
en descenso la senda de endeduamiento. Para ello, la Comisión Europea planea
prohibirles elevar el gasto público neto anual por encima de la tasa de
crecimiento potencial del PIB a medio plazo. A su vez, establece que mientras
su déficit se mantenga por encima del 3%, el país deberá acometer una ajuste
fiscal anual mínimo del 0,5% de su PIB. En el caso de España, que cerró 2022
con un desequilibrio presupuestario del 4,8%, Bruselas exigiría medidas de
aumento de ingresos y reducción del gasto por valor de al menos 6.635 millones
cada año hasta bajar del 3%.
Conviene recordar que después de que la crisis
financiera disparara el déficit público al 11,3% en 2009, España tardó una década en rebajarlo del 3%.
Justo entonces la pandemia lo elevó de golpe de nuevo por encima del 10%, si
bien desde entonces se ha rebajado a la mitad (ver gráfico adjunto). La
ministra de Hacienda, María Jesús Montero, confía, de hecho, en rebajar el
agujero fiscal al 3,9% este año, el 3,3% el próximo y situarlo en el 2,95% en
2025, lo que permitiría a España salir entonces del procedimiento de déficit
excesivo que se le aplicará desde el próximo año.
En todo caso, la Comisión Europea ha previsto la posibilidad de eximir excepcionalmente
a los países de estos ajustes si la coyuntura lo aconseja, como se ha hecho
desde 2020 ante la pandemia. Así, la propuesta recoge la existencia de
cláusulas de escape generales y específicas de cada Estado que permitirán
desviaciones de los objetivos de gasto "en caso de una recesión económica
grave en la Unión Europea o en la zona del euro en su conjunto o en
circunstancias excepcionales fuera del control del Estado miembro con un
impacto importante en las finanzas públicas". La activación y
desactivación de las cláusulas la decidirá el Consejo a recomendación de la
Comisión.
El objetivo de fondo es evitar el carácter
procíclico de las viejas reglas
para promover que los mayores esfuerzos se realicen en tiempos de bonanza,
contando además con un freno de mano que permita desactivar las medidas de
austeridad en caso de crisis para no ahogar a los países.
Por otra parte, en el caso de que un Estado incumpla los objetivos de consolidación de su
plan, el grado de exigencia podría aumentar y el calendario acortarse. La
Comisión Europea ha previsto un "régimen de aplicación más estricto"
de las multas a infractores, reduciendo las sanciones, pero haciendo más
realista su aplicación.
Más allá, el rediseño del marco de gobernanza
económico presentado por Bruselas pasa por establecer un sistema de vigilancia
universal preventiva. De esta forma, los países que no superen los límites
europeos de déficit y deuda quedarán sujetos a una interlocución informativa
con Bruselas para tratar de garantizar que no van a rebasarlos en los años
siguientes.
Pulso entre bloques
La propuesta de la Comisión, que deberá ser
discutida ahora por los Estados miembros -con los que Bruselas lleva meses
negociando- y el Europarlamento, aspira a ser aprobado antes de fin de año.
Aún está por ver, sin embargo, si la propuesta de Bruselas logra contentar a
todas las partes. "Vamos a poner el máximo esfuerzo en crear consensos e
impulsar el proceso legislativo durante la Presidencia española del Consejo de
la UE en el segundo semestre del año", avanzó ayer el Gobierno español. La
vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, valoró
positivamente la propuesta y el hecho de que recoja su aspiración de permitir
sendas de consolidación para cada país.
Alemania, sin embargo, advirtió de que el plan "aún no satisface
las exigencias" que plantearon, incluyendo un ajuste anual de deuda
pública de un punto de PIB a los países con desequilibrios, reveló el ministro
de Hacienda germano, el liberal Christian Lindner, avanzando que tratará de
endurecer el texto.