Madrid
26 FEB 2022 CincoDias
Europa amaneció el jueves con la noticia del mayor
conflicto bélico en el Viejo Continente desde el final de la Segunda Guerra
Mundial. La invasión de Ucrania por parte de las fuerzas rusas, aunque
advertida previamente por los servicios de inteligencia, causó una enorme
conmoción. Sobre la mesa, además de una guerra a sus puertas, la Unión Europea
se encontró con otro considerable problema: su dependencia del agresor en
cuestiones energéticas.
Con las cero emisiones netas fijadas como un gran
objetivo para 2050, en su carrera para lograr la descarbonización la Unión
Europea ha ido tomando decisiones destinadas a reducir la contaminación en
diferentes ámbitos. Uno clave es la propia generación de energía. Además de
fomentar la producción con fuentes renovables, ha ido limitando otras formas de
generarla. Es el caso de las centrales de carbón, que de forma continua desde
1990, tal y como demuestra el gráfico que acompaña a esta información, han ido
perdiendo peso en el mix europeo de generación. La pregunta es si la campaña
por la descarbonización ha conllevado a cambio un mayor peso del gas y, con
ello, una mayor dependencia de Moscú, principal proveedor europeo del mismo.
Según datos de la Comisión Europea
correspondientes a 2019, antes de
que la pandemia impactara en el normal funcionamiento de los flujos de comercio
del mundo, Rusia ya era clave para la energía europea. En aquel año, la
dependencia energética de la Unión, el porcentaje que muestra hasta qué punto
una zona necesita importaciones del exterior para satisfacer sus necesidades
energéticas, era del 60,5%.
Del total de importaciones energéticas de la UE en
ese año, el 6% correspondieron a energía fósil sólida (carbón), el 27% era gas
y el 67%, productos petrolíferos. Tanto en el gas como en el petróleo, Rusia
es, o al menos ha sido hasta la agresión en Ucrania, el principal socio de la
Unión Europea. En 2019, el 41% de todo el gas importado a la Unión era de origen
ruso, así como el 26,9% de todas las importaciones petroleras; ambos
porcentajes, a grandes distancias del segundo mayor socio.
Atendiendo a los datos disponibles en Eurostat, el
declive de importaciones de energía fósil sólida coincide en el tiempo con un
aumento del flujo del gas ruso hacia la Unión Europea.
Desde 1990, las importaciones de energía fósil
sólida con destino a la Unión se mantuvieron más o menos estables, en el
entorno de 180 millones de toneladas al año, la misma cifra que se registró en
2015. En 2019, la cantidad cayó hasta 137 millones de toneladas, un 23,88%
menos que cuatro años antes.
Paralelamente, también desde 1990, las
importaciones de gas ruso hacia el club comunitario se situaban año tras año en
un rango que oscilaba entre los 96.909 millones de metros cúbicos de gas de
1992 y los 136.283 de 2005, quedando generalmente en el entorno de 110.000
millones de metros cúbicos. En 2015, la Unión importó 124.319 millones de
metros cúbicos de gas ruso. En 2019, la cifra había repuntado a los 166.252
millones de metros cúbicos, un 33,73% más que cuatro años antes y la mayor cota
de la serie histórica. Los países más dependientes del gas ruso ese año fueron
Alemania (46.249 millones de metros cúbicos), Italia (33.449) y Hungría
(17.715).
Preguntado sobre cómo ha afectado la transición
energética a la dependencia europea en este campo, Pedro Linares, profesor de
la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI) de la Universidad Pontificia
de Comillas, advierte que la respuesta dependerá de qué se entienda exactamente
por dependencia energética. “Nosotros no medimos la dependencia sobre el
porcentaje de energía que importamos. Hasta cierto punto da relativamente
igual. Lo importante es qué parte estás importando de países con los que tienes
riesgo de tener problemas. Como por ejemplo, ahora con Rusia. Y sobre todo, la
volatilidad de los precios, el hecho de depender de un producto con un mercado
que se mueve por elementos que están fuera de nuestro control, para nosotros
también es una parte muy importante”, afirma.
“¿Qué es lo que hemos hecho en la transición por
ahora? Por un lado, hemos aumentado las renovables, y eso nos permite reducir
un poco el gas y el petróleo, pero, por otro, hemos cerrado las plantas de
carbón y el carbón tiene un precio menos volátil que el gas normalmente. Aunque
ya más del 90% del carbón era importado, con lo cual, en términos de
dependencia física no hemos cambiado demasiado, mas en términos de dependencia
económica hemos salido perdiendo. La razón es que estamos usando más gas que
carbón, aunque queda mitigado al usar más renovables”, prosigue Linares. Con
todo, el profesor enfatiza que la crisis del gas que hay en Europa no es culpa
de la transición energética.
Conclusiones adecuadas
El 13 de enero, Fatih Birol, director ejecutivo de
la Agencia Internacional de la Energía (AIE), lanzó un texto titulado “Europa y
el mundo necesitan sacar las conclusiones adecuadas de la actual crisis del
gas”. En el documento, Birol repasa cómo en los últimos meses los precios del gas
y la electricidad han ido marcando récords en Europa y los perniciosos efectos
que esto ha tenido sobre la economía, así como en la inflación.
“Desgraciadamente, volvemos a ver afirmaciones de
que la volatilidad de los mercados del gas y la electricidad es el resultado de
la transición a las energías limpias. Estas afirmaciones son, como mínimo,
engañosas. No se trata de una crisis de las energías renovables o limpias, sino
de una crisis del mercado del gas natural. Es importante trabajar a partir de
una sólida base de datos sobre las causas de las actuales turbulencias del
mercado. Como mostramos en nuestro reciente World Energy Outlook 2021, las
transiciones hacia las energías limpias bien gestionadas pueden ayudar a
reducir la volatilidad del mercado energético y su impacto en las empresas y
los consumidores. Las causas subyacentes de la crisis actual son otras”, indaga
el director.
Entre las causas de la crisis, Birol menciona la
excepcionalmente rápida recuperación económica del año pasado, la falta de
mantenimiento en infraestructuras claves para el gas y una deliberada reducción
de suministro por parte de Rusia. Respaldando su análisis, el director
ejecutivo muestra datos que apuntan a una contracción artificial del mercado
proveniente de Moscú. Así, mientras otros suministradores europeos, como
Noruega o Argelia, aumentaban la cantidad de gas a medida que los precios
subían, Rusia disminuyó un 22% respecto a los niveles de 2019 sus envíos
durante el cuarto trimestre de 2021.
Los datos mencionados anteriormente en el presente
artículo no pretenden señalar a la transición energética como la culpable de
las turbulencias del gas, sino comprobar si en el proceso de la
descarbonización Europa se ha vuelto más dependiente de esta materia prima y,
por ende, de Rusia, cosa que a juzgar por las cifras de importaciones de gas
ruso registradas en Eurostat, así ha sido. Por razones obvias, una mayor
presencia de energías limpias en el mix de producción supondrá una mayor
independencia energética, pero en el proceso, las cifras muestran que el menor
uso de carbón y el mayor de gas, ha incrementado la rusodependencia de Europa.
Algo que, a juzgar por los hechos en Ucrania y las maniobras desde Bruselas, es
un problema.
Maniobras europeas
El martes, como respuesta a la creciente
hostilidad rusa hacia Ucrania, Alemania anunciaba que no otorgará los permisos
necesarios para que el gasoducto Nord Stream 2, una infraestructura de 10.000
millones de euros, entre en marcha. El miércoles, la presidenta de la Comisión
Europea, Ursula von der Leyen, se reunía con el primer ministro noruego, Jonas
Gahr Store. El país nórdico es el segundo mayor proveedor de la Unión en lo que
a gas se refiere.
“Hay muchos puntos que vamos a tratar. Uno de
ellos será la energía. Como ya hemos visto, Rusia ha instrumentalizado la
energía durante los últimos meses, por no decir años, no solo para presionar a
Ucrania, sino también a la Unión Europea. Y ahora estamos realmente decididos a
salir de la dependencia del gas ruso. Y, por lo tanto, es maravilloso tenerte
aquí. Eres un proveedor de gas confiable. Siempre hemos podido confiar en ti,
siempre te ajustaste a lo que prometiste. Siempre respondiendo cuando hacía
falta más gas. Muchas gracias por todo el apoyo que nos das”, decía Von der
Leyen a modo de declaración de intenciones y bienvenida a la llegada de Store a
Bruselas.
En la noche del jueves, los líderes europeos se
reunían para fijar la escala del endurecimiento de las sanciones sobre Rusia.
Finalmente, la medida que se presumía estrella, la exclusión del sector
financiero ruso del SWIFT, el sistema de comunicación financiera mundial, no
llegó.
El viernes, Europa Press recogió las palabras del
exprimer ministro polaco Donald Tusk, antiguo presidente del Consejo Europeo.
Tusk acusó a los gobiernos de Alemania, Hungría e Italia de
"bloquear" sanciones más contundentes contra Rusia tras la invasión
de Ucrania, en clara alusión al movimiento de expulsión del SWIFT. Como se
mencionó anteriormente en este artículo, estos tres países fueron en 2019 los
más dependientes del gas ruso.
Respaldo energético
Pese al aumento de las importaciones de gas
procedente de Rusia en los últimos años, la importancia relativa de esta
materia prima para la UE, atendiendo a la métrica del porcentaje de
combustibles fósiles en el consumo final de energía, también disponible en
Eurostat, permanece casi inamovible. Así, en 2019, el gas representaba un
21,22%, frente al 21,14% de 2015. Una ligera alza que, sin embargo, contrasta
con el declive de energía de fuentes fósiles sólidas y del petróleo. Las
renovables experimentaron en ese tiempo la mayor subida, pasando de ser un
9,86% en 2015 a un 11,09% en 2019.
Esto significa que van ganando peso en su
importancia en el consumo final, pero que a la fuerza, Europa debe seguir
apoyándose en otras fuentes de energía. El 2 de febrero, desoyendo la voluntad
de países como España, la CE proporcionó el visto bueno a incluir en su
taxonomía como verdes las inversiones en gas y energía nuclear bajo ciertas condiciones.
El objetivo, según Mairead McGuinness, comisaria europea de Servicios
Financieros, es aumentar la inversión privada en esas fuentes para alejarse de
otras “más dañinas, como el carbón”. Europa contaba hasta no hace mucho con el
gas para su cruzada descarbonizadora, ahora queda por ver los efectos de la
invasión rusa sobre los planes energéticos de la Unión.
ESPAÑA NO TEME POR
SU SUMINISTRO DE GAS, PERO ADVIERTE DEL PRECIO
Consecuencias
El Gobierno advirtió el jueves de las
consecuencias que tendrá la invasión de Ucrania sobre el precio de la energía,
si bien aseguró que el suministro está garantizado. La vicepresidenta tercera y
ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera,
aseveró que “en España la garantía de seguridad de suministro está garantizada
por otras vías. Rusia no es de nuestros principales suministradores, ni por
tubo, ni por barco. La gran capacidad de acogida de gas natural licuado en
nuestras terminales de gasificación nos permite ser muy flexibles”.
Escalada
En la misma jornada del jueves, los contratos de
futuros en el mercado de gas de Países Bajos, el de referencia en Europa para
esta materia prima, se llegaron a disparar un 60% respecto al cierre del
miércoles, hasta 144 euros el megavatio.