Los costes de
los insumos, que apenas han remitido, junto con la sequía, el aumento de la
demanda y el proteccionismo darán una vuelta de tuerca a los precios
minoristas.
7
de abril Expansión
Si la energía
fue el principal impulsor de la primera etapa de la espiral inflacionista que
arrancó a finales de 2021, empujando con ella numerosos bienes industriales
electrointensivos, la alimentación tomó el relevo con mucha fuerza en la
segunda mitad del pasado ejercicio, llegando a registrar incrementos superiores
al 15% anual. Y todo apunta a que los precios seguirán estando
tensionados este año, dando una vuelta de tuerca más, con alzas en torno al
10%.
Eso hará
que una familia con dos hijos que en 2021 gastó 6.500 euros en
alimentación pueda llegar a necesitar 8.300 euros por la misma cesta
de la compra. ¿Las razones de este nuevo encarecimiento? El aumento de costes
que soporta el sector, la sequía que limita las nuevas cosechas, el incremento
de la demanda y el mayor proteccionismo de los países exportadores para
proteger los precios en sus respectivos mercados, todo ello aderezado con el
hecho de que el incremento de los costes se traslada al producto final con
hasta doce meses de decalaje.
A pesar de que el
Ministerio de Agricultura lleva varios meses trasladando a la opinión pública
que los precios de los alimentos se van a suavizar a lo largo de este año,
lo cierto es que es muy improbable que lo hagan en una cantidad suficiente como
para que llegue a notarse en el bolsillo de los consumidores. De hecho, los
principales organismos económicos nacionales e internacionales, como el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Comisión Europea, el Banco de
España o la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) apuntan en dirección
contraria.
Y es más, los
propios datos de costes que recopila el Ministerio señalan que los precios de
los principales insumos del sector están muy por encima de las cifras de hace
dos años. Y esas subidas de costes se seguirán trasladando al
consumidor en los meses posteriores. Por ello, el Banco de España elevó en
marzo sus previsiones de subidas de precios de los alimentos este año en 4,4
puntos, al 12,2%, una subida que tendría lugar sobre un incremento del 11,6% el
año anterior. Funcas también apunta en la misma dirección, con un alza del
13,6% entre los alimentos elaborados.
El alza de
costes es el principal factor que seguirá impulsando los precios de los
alimentos. De acuerdo con los datos de Agricultura, Pesca y Alimentación, los
fertilizantes cuestan hoy un 126,6% más que a finales de 2021, seguidos de
la energía que, pese a la moderación de los últimos meses, es un 67,3%
superior, y el pienso para ganado (47,2%). Pero todos los insumos han subido
con más o menos fuerza, incluyendo los productos fitopatológicos, el material
agrario, las reparaciones de maquinaria y equipo, los servicios veterinarios y
las semillas.
Por su parte, el
Banco de España alertó recientemente de que los costes de producción de
algunos productos concretos se han disparado. Es el caso de la leche,
debido a que el coste de la alimentación de vacas y otros animales se ha
elevado más de un 56%, desde el entorno de los 16 euros por cada 100 kilos de
leche obtenidos hasta los 25 euros, pero también de las harinas, el pan o la
pasta, por el aumento del coste de la electricidad para fabricarlos. Y esto
tiene consecuencias duraderas para la inflación, ya que el número de vacas
lecheras se ha reducido un 8,1% desde 2015, especialmente el último año, lo que
mantendrá la presión sobre los precios en el futuro.
Sequía
Al aumento de
costes de producción hay que sumar la caída de la producción agrícola, lastrada
por una sequía especialmente pertinaz en España pero que tiene lugar en todo el
mundo. En este sentido, el Fondo Monetario Internacional alertó recientemente
en una nota sobre la inseguridad energética y alimentaria de la inestabilidad
de la producción agraria en todo el mundo, "debido a fenómenos
meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones".
Una visión que
comparte Andoni García, miembro de la Comisión Ejecutiva de la Coordinadora de
Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). "Vemos con mucha
preocupación la sequía, si no llueve en un mes se va a intensificar
mucho la gravedad de la situación, habrá menor producción y los precios
serán mayores", explica. De hecho, los embalses se encuentran ligeramente
por encima de la mitad de su capacidad total, un 24% por debajo de la media de
los últimos diez años, de acuerdo con los datos del Ministerio para la
Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Y eso no
solo encarece las cosechas, sino también el mantenimiento del ganado. Por
un lado, por la vía directa: la escasez de agua, muy intensa en cuencas como la
del Guadalquivir, la del Guadiana, la del Segura, la del Guadalete o las
cuencas internas catalanas, que se encuentran hasta a un cuarto de su
capacidad. Por otro, el aumento del precio de los piensos, muy vinculado a la
cotización de ciertas materias primas como los cereales o la soja. Y estas
materias primas, que se dispararon tras la invasión rusa de Ucrania, se han
vuelto a relanzar con la reapertura de la actividad en China, lo que supone un
impulso añadido a los precios. De hecho, el problema añadido es que las
dificultades en la oferta en España y en el resto del mundo coinciden en una
demanda creciente, tras la reactivación del gigante asiático.
Y también del
panorama internacional se desprende otra gran amenaza sobre los precios: el
proteccionismo. "Muchos países han reaccionado [a la carestía
alimentaria desatada por la guerra] restringiendo sus propias exportaciones de
alimentos y fertilizantes para proteger los suministros internos. Tales
medidas resultaron contraproducentes, elevando los precios, lo que perjudica
particularmente a los países de bajos ingresos que dependen de las
importaciones de alimentos", explica el Banco Mundial, pero también a las
economías desarrolladas.
En
concreto, la organización cuantifica un centenar de medidas enfocadas a
restringir las exportaciones de alimentos y productos relacionados con la
cadera de valor y otras sesenta prohibiciones completas, mientras que
el FMI calcula que hay 30 economías que han introducido este tipo de sanciones
a lo largo del último año, "incluyendo varios países emergentes del G20,
como Argentina, China, India, Indonesia, Rusia o Turquía".
Y a esto hay que
sumar el efecto decalaje, que hace que el incremento de los costes se vaya
repercutiendo a lo largo de la cadena de valor durante cerca de un año, según
el Fondo. Esto significa que los precios se seguirían incrementando
progresivamente incluso si los costes se frenaran en seco. Pero no ha sido
así. De hecho, los principales organismos de supervisión alertan de que los
costes están creciendo a un ritmo más moderado que en los meses precedentes,
pero siguen incrementándose a un ritmo anual muy sustancial. En concreto, los
costes de los insumos agrarios suben a una velocidad anual del 27% en Europa en
el cuarto trimestre de 2022, según la Comisión, una cifra algo inferior al 36%
del tercer trimestre o al 37% del segundo, pero todavía muy intensa.
Y más, si se
tiene en cuenta que tiene lugar sobre un incremento del 22% en el mismo periodo
del año anterior. Por todo ello, es muy probable que, aunque la escalada de
costes se siga suavizando (algo que parece muy probable, aunque solo sea por el
efecto escalón), los precios de los insumos agrarios sigan
incrementándose durante un tiempo, y que esas alzas a su vez se extiendan
durante un mayor tiempo en el caso de los precios de venta al público.
Todo ello tendrá
un gran impacto en el bolsillo de los ciudadanos este año. Por ejemplo, con las
previsiones del Banco de España, el coste de los alimentos se
incrementará un 25,2% este año respecto a los niveles de 2021,
mientras que Funcas eleva esta inflación acumulada entre ambos años a 25,6%.
Esto significa
que una familia con dos hijos, que en 2021 destinó 6.508,67 euros a la compra
de alimentos, de acuerdo con Encuesta de Presupuestos Familiares que elabora el
INE, ahora tendría que gastar 8.149,84 euros para llenar la misma cesta de la
compra. Esto es 136,8 euros al mes más. Y las alzas de sueldos quedan
muy por debajo de estas cifras. Por ejemplo, las subidas salariales
pactadas en convenio apenas permiten cubrir una quinta parte de este
incremento. Esto tiene tres implicaciones sobre la economía. Por un lado, puede
haber un cambio en los patrones de consumo de alimentos, bien mediante la
sustitución de la cesta de la compra de 2021 por productos más baratos o de
menos calidad.
Sin embargo, hay
que tener en cuenta que la demanda de alimentos es relativamente independiente
de los precios, por lo que es posible que parte del impacto se acabe
absorbiendo mediante ahorros en otros productos o bien reduciendo el nivel de
ahorro. Esto hará que la tasa general de inflación se mantenga pegada a
niveles relativamente elevados, lo que exigirá mantener la política restrictiva
del BCE durante un tiempo más prolongado.
Planas prevé una
moderación de precios, el sector desconfía
Durante los
últimos meses, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas,
ha insistido en numerosas ocasiones en que los precios de los alimentos se van
a moderar en los próximos meses, debido a que el incremento de los costes
observado en 2022 se está moderando. Sin embargo, por el momento los precios de
los alimentos siguen creciendo con fuerza y el sector desconfía de que
este cambio de tendencia vaya a producirse en un plazo relativamente breve,
dado que los costes actuales son los que marcan los precios de las próximas
cosechas y que, además, hay ciertos factores de largo plazo que seguirán
tensionando los precios en un futuro próximo.
El Ministerio
sostiene que hay varios elementos que van a contribuir a destensar los precios
de los alimentos en los próximos meses, como es el caso del descenso de los
precios de algunos insumos, algunos de los cuales se sitúan por debajo de
las cifras previas a la guerra, y la tendencia a la baja se verá apoyada por la
rebaja del IVA. "Los indicadores de los mercados internacionales señalan
que en los últimos meses ha comenzado un descenso de los costes de la energía,
los piensos y los fertilizantes. Estos 3 elementos suponen el 70% de los costes
de producción agraria", señalan desde el Ministerio. Además, "los
índices de precios de los alimentos de la FAO están descendiendo en los últimos
meses y en algunos casos se sitúan ya por debajo de los niveles de enero de
2022, antes de producirse la invasión rusa de Ucrania".
Todo ello
apuntaría a una "progresiva moderación" de los precios, si bien la
tendencia por el momento es la contraria, con una aceleración de 1,2 puntos en
la variación anual del índice de precios de los alimentos en febrero respecto a
enero, algo que el departamento dirigido por Planas achaca a "una
circunstancia puntual como consecuencia de adversidades climáticas".
"El frío de finales de enero y principios de febrero hizo que hubiera una
menor producción de frutas, hortalizas y legumbres", detallan, agregando
que este incremento está en la línea de otros países europeos. Además, "el
impacto de la rebaja del IVA en enero fue positivo, consiguiendo frenar la
escalada de inflación", y la tasa interanual arroja "señales de
un cambio de tendencia".
Sin embargo, el
sector duda de que este cambio de tendencia, en caso de existir, sea
consistente. Andoni García, de COAG, señala que los costes, aunque han remitido
desde los niveles máximos, siguen muy por encima de las cifras de 2021 y las
bajadas están tardando en repercutirse a lo largo de la cadena de valor. Y
algunos de ellos, como es el caso del forraje o el pienso, siguen relativamente
cerca de su techo. Además, García sostiene que "si no llueve en los
próximos meses, habrá menos producción y los precios volverán a subir".
Por último, menciona la reconversión del sector en los últimos años y la
concentración de la actividad en manos de menos empresas, algo que, si bien ha
podido mejorar la productividad de las explotaciones, "ha reducido la
competencia y mantendrá elevados los precios de venta".