Aunque el Gobierno trate de sacar pecho, el PIB
está creciendo por debajo de las expectativas, el empleo roza el estancamiento,
el poder adquisitivo se hunde y los cierres de empresas se disparan.
10
de febrero Expansión
El Gobierno, con el presidente Pedro
Sánchez a la cabeza, viene exhibiendo durante las últimas semanas un
triunfalista relato económico, poniendo en valor un crecimiento del PIB
del 5,5% en 2022, un punto por encima de los pronósticos de los analistas y
sin entrar en contracción en el cuarto trimestre, una inflación que se modera,
un mercado laboral que sigue al alza a pesar de las adversidades y un consumo
privado que sigue tirando con fuerza de la actividad y de la recaudación
fiscal. Todo ello aventura a pensar que la economía podría tener un
futuro relativamente brillante en los próximos meses, ya que todos los
organismos prevén que registrará un cierto crecimiento este año pese a la
atonía global, pero no es oro todo lo que reluce. De hecho, hay 20
datos económicos que apuntan a que el escenario no es tan brillante como trata
de vender el Ejecutivo.
- Un
crecimiento por debajo de las expectativas. Es cierto que el PIB cerró 2022 con un alza
del 5,5% y que esta cifra queda bastante por encima de los pronósticos de
los principales analistas, que apostaban por un avance en torno al 4,5%,
pero también lo es que la cifra final queda muy lejos de las expectativas
que tenía el Gobierno previamente. De hecho, Moncloa apuntaba en el cuadro
macroeconómico de los Presupuestos de 2022 a una mejoría de la actividad
del 9,8%, una cifra que pronto empezó a desinflar, hasta el 7%, y
posteriormente recortó al 4,3% para posteriormente volver a elevarla al
final del año.
- Estancamiento
en la segunda mitad de 2022.
También resulta positivo que la economía haya evitado la contracción en el
cuarto trimestre del año y que haya superado las expectativas, pero eso no
impide ver un estancamiento en la segunda mitad del año, con un avance del
0,2% en el tercer y en el cuarto trimestre del año. De hecho, el 85% del
crecimiento se logró en el primer semestre, mientras que el segundo solo
resultó ligeramente positivo gracias al empujón del gasto público. De
hecho, el gasto público aportó siete décimas al crecimiento del PIB entre
julio y diciembre, lo que significa que el resto de áreas restaron tres
décimas.
- El deterioro
de la inversión privada.
Este empuje del gasto público contrasta con el retraimiento de la
inversión privada, debido a la incertidumbre, la subida de los tipos de
interés y la compresión de los márgenes de beneficios. En los dos últimos
trimestres, la inversión en construcción se ha hundido un 3,7% respecto a
los niveles del segundo trimestre del año, mientras que la inversión en
maquinaria y equipo se ha desplomado un 7%. Esto es muy preocupante,
porque la inversión es, junto con las exportaciones (que caen un 0,6%), la
principal palanca del crecimiento en el medio y largo plazo.
- El único país
de la eurozona por debajo del PIB previo a la crisis. Además, a diferencia de otros países
europeos, este estancamiento se produce en un momento en el que la
economía española todavía no ha recuperado las cifras previas al
coronavirus (se trata del único país de la eurozona que no lo ha logrado)
y, cuando, por lo tanto, debería ser más fácil mantener el pulso del
crecimiento. En concreto, España cerró el cuarto trimestre del año pasado
con un PIB un 0,9% por debajo del tamaño de la actividad tres años atrás,
una cifra que contrasta con la Unión Europea, que suma un 2,8%. Y, de
hecho, la mitad de la UE ya ha crecido un 5% o más desde los niveles de
2019.
- El limitado
impacto de los fondos europeos. El año pasado, el Gobierno calculó que la correcta ejecución de los
fondos europeos elevaría el PIB en 2,8 puntos, una cifra que se acabó
borrando conforme pasaron los primeros meses del año y se veía que la
ejecución de estos fondos no marchaba a la velocidad prevista. Sin
embargo, el gran problema, tal como ha quedado demostrado posteriormente,
es otro: que probablemente ese impulso no se habrá trasladado a este año o
al posterior, sino que la mayor parte de él se habrá disipado. Y está por
ver si su empleo final sirve para impulsar la productividad y el
crecimiento en el largo plazo.
- El mercado
laboral, estancado. Uno
de los elementos en los que hace hincapié el Ejecutivo es en el vigor del
mercado laboral, pero las señales de estancamiento son cada vez más
evidentes. Por un lado, la Encuesta de Población Activa arroja la
destrucción de 81.900 puestos de trabajo entre octubre y diciembre, una
cifra que se eleva a 101.900 trabajadores del sector privado una vez
eliminado el empujón de los empleados contratados en el sector público.
Por otra parte, enero se saldó con la pérdida de 215.047 afiliados a la
Seguridad Social en uno de los peores arranques del año de la última
década, si bien hay que tener en cuenta que este mes siempre es negativo
por el final de la campaña navideña. Además, cuando se mira la evolución
del empleo en horas trabajadas, España todavía sigue un 1% por debajo de
las cifras de 2019.
- Los nuevos
contratos se hunden. Por
otro lado, el número de nuevos contratos se hunde un 24,8% en enero
respecto al mismo mes del año anterior, hasta las 1.200.749 firmas. Si
bien se podría aducir que esta caída se debe a que el aumento de los
contratos fijos discontinuos el año pasado tras la última reforma laboral
ha hecho que muchas ocupaciones de temporada se cubran con menos contratos
pero más extensos, el hecho de que este desplome se produzca en un momento
de ralentización del mercado laboral pone de manifiesto que la causa
principal es, probablemente, un menor dinamismo del empleo. De hecho, la
agencia de recursos humanos Randstad calcula que la campaña de Rebajas
habría generado alrededor de 140.660 contrataciones, un 24,2% menos que el
año anterior. Y, si bien los primeros empleos afectados cuando cae la
demanda son los que dejan de materializarse, los segundos son aquellos con
costes de despido relativamente bajos, los temporales. Con todo, el
elemento positivo es que los contratos indefinidos siguen al alza y la
duración media de los temporales es cada vez mayor.
- Dieciocho
provincias ya destruyen empleo. Este frenazo del empleo se constata perfectamente cuando se ve la
evolución interanual del número de ocupados, que ha pasado de crecer un
4,6% en el primer trimestre de 2022 al 1,4% al final del año. Y, de hecho,
ya hay 18 provincias que destruyen empleo respecto al cuarto trimestre de
2021, cuando la economía todavía se encontraba muy constreñida por las
restricciones sanitarias. Se trata de Asturias, Córdoba, Guipúzcoa, Ciudad
Real, Toledo, Huelva, Lérida, Zamora, Almería, Huesca, Jaén, Teruel,
Orense, Barcelona, Castellón, Cáceres, Cuenca y Soria, además de la ciudad
autónoma de Melilla, que se dejan entre todas 108.500 empleos.
- El número de
autónomos, en retroceso.
Otro de los elementos donde se percibe el enfriamiento del mercado laboral
es en que el número de autónomos ha caído en enero por primera vez desde
2020, con lo que los trabajadores por cuenta propia se sitúan en 3.307.603
personas, 4.631 menos que en el mismo mes del año anterior. Aunque los
autónomos apenas representan un 15% del mercado laboral, su evolución
supone un potente termómetro para anticipar los cambios ya que, al ser los
más pegados al terreno y los que más arriesgan, también son los primeros
en detectar amenazas y oportunidades de negocio y responder a ellas.
- La mayor tasa
de desempleo juvenil de Europa. Aunque el Gobierno presume de que mercado laboral está creando
empleo con fuerza, estas cifras no son tan positivas dentro del contexto
europeo. De hecho, España cerró el año pasado con una tasa de paro del
13,1%, más del doble que la media europea (6,1%), la cifra más elevada del
Viejo Continente. Y el desempleo juvenil se dispara hasta el 29,6%, también
la cifra más elevada de Europa. Esto dificultará el crecimiento en el
futuro, dado que hay una gran masa de jóvenes que no están adquiriendo
experiencia, lo que redunda en una productividad más baja en el futuro.
- El país que
más se ha endeudado durante la crisis del coronavirus. La deuda pública española se ha
incrementado en cerca de 280.000 millones de euros en los últimos tres
años, pasando del 98,2% del PIB al cierre de 2019 al 115,6% del PIB en el
tercer trimestre. Esto es, un incremento de 17,4 puntos, la mayor cifra de
toda Europa que duplica con creces el incremento medio en la Unión
Europea, de 7,6 puntos, convirtiéndose en el cuarto país más endeudado del
Viejo Continente. Y, aunque se argumente que este desembolso fuera
necesario para paliar las consecuencias económicas y sociales del
coronavirus, la mayor parte de los países han registrado alzas de menos de
seis puntos y algunos, incluso, han reducido su nivel de deuda: Irlanda,
Dinamarca, Grecia, Suecia y Croacia.
- El déficit no
se modera pese al aumento de la recaudación. La inflación ha disparado los ingresos
fiscales ya que supone un incremento generalizado de los impuestos
derivados de los ingresos salariales, el consumo (IVA e impuestos
especiales) y beneficios empresariales. Sin embargo, el Gobierno no ha
aprovechado este aumento de la recaudación para corregir las cuentas de
las Administraciones, sino que ha elevado el gasto público, lo que ha
provocado que el déficit público se mantenga en el 4,5% del PIB, de
acuerdo con el Consenso de Funcas. Y lo peor es que se mantendrá por
encima del 4% por lo menos hasta 2024, según el Fondo Monetario
Internacional, lo que eleva la vulnerabilidad de las finanzas públicas.
- Un país
dependiente de la ayuda del Banco Central Europeo. España fue, tras Italia, el país más
favorecido por los programas de compra de activos del BCE y su prima de
riesgo se ha disparado a lo largo del último año, lo que ha obligado a la
institución presidida por Christine Lagarde a dilatar la venta de deuda
pública nacional (junto con la de Italia, Grecia y Portugal) y crear un
"instrumento antifragmentación" para evitar que la prima de
riesgo se dispare. Y para España es crucial que este instrumento funcione,
ya que el 17% de la deuda española vence este año, la segunda cifra más
elevada de la Unión Europea y eso, junto con el déficit público, puede
hace que el coste de los intereses se dispare sin el apoyo del BCE.
- La mayor
pérdida de poder adquisitivo de los países desarrollados. Además, la bonanza de los ingresos fiscales
no se corresponde con la bonanza de los hogares. Es cierto que esta crisis
no es como la de 2008, con una fuerte destrucción de empleo, pero también
que los ocupados no han recuperado totalmente el número de horas
trabajadas. Y eso, unido a una inflación disparada, ha hundido el poder
adquisitivo de las familias españolas. En concreto, la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que la capacidad
de compra de los españoles disminuyó un 2,8% en el tercer trimestre del
año pasado respecto al trimestre anterior y acumula un desplome del 7,8%
desde 2019, la mayor caída de todos los países avanzados.
- La cesta de
la compra, desbocada. A
pesar de que la inflación parece haberse moderado, la cesta de la compra
sigue disparada. Los últimos datos disponibles en Eurostat señalan que la
alimentación sube a un ritmo del 15,9% anual en diciembre, una de las
mayores cifras entre las grandes economías del euro, lo que, en un momento
de contención salarial, significa que las familias españolas se están
viendo forzadas a tirar del ahorro o a reducir su consumo en otras áreas
cuyas compras son menos perentorias. Y esto forzará una mayor compresión
de los márgenes de la mayor parte de las empresas nacionales.
- Las
pensiones, disparadas en la antesala de la jubilación de los 'baby
boomers'. Además, la
supresión de la reforma de las pensiones de 2013 ha llegado en el peor
momento, ya que el incremento de los precios coincide con el inicio de la
jubilación de los baby boomers este año, lo que ha disparado el coste de
la Seguridad Social. Las nóminas de los pensionistas alcanzaron los 11.902
millones de euros en enero, un 10,8% más que el año anterior y el coste se
seguirá incrementando, ya que el Banco de España calcula que para 2050 España
será el tercer país europeo con un sistema de pensiones más caro de
sostener. Y esto, en un momento en el que Bruselas está mirando con lupa
la sostenibilidad de las pensiones para autorizar el desembolso de los
fondos europeos, está suponiendo que el Gobierno cargue el ajuste sobre
los costes laborales, con un incremento de las bases de cotización y un
recargo adicional, lo que frenará todavía más la creación de empleo.
- El número de
empresas se empieza a contraer. Tampoco es previsible que la economía pueda mantener un crecimiento
vigoroso en un momento en el que las empresas están echando el cierre. El
número de compañías inscritas en la Seguridad Social se redujo en 2.493 en
diciembre de 2022 respecto al mismo periodo del año anterior en lo que supone
la primera disminución desde la fase más dura de la pandemia, cerrando el
año con 1.329.897 empresas. Un golpe que se ha notado especialmente en el
sector agrario, donde el número de compañías se ha hundido un 8,1% en un
año.
- Las quiebras
concursales se disparan. El
número de empresas en concurso de acreedores se ha disparado, lo que
anticipa un mayor número de cierres en los próximos meses. En concreto, el
número de empresas que declararon el concurso de acreedores en enero se ha
disparado un 41,6% respecto al mismo mes del año anterior, sumando un
total de 609 compañías en este tipo de procedimientos, de acuerdo con los
últimos datos de Informa D&B, y la cifra sería todavía mayor si se les
suman las 89 compañías que optaron por planes de reestructuración. Un
aluvión que ha llevado a que el Gobierno decidiera prorrogar la moratoria
concursal durante este año y el próximo con el fin de evitar una mayor
sangría entre las empresas viables.
- Las
matriculaciones de vehículos, en mínimos de 2013. El año pasado se registraron 813.396
matriculaciones de vehículos, un 5,4% menos que el año anterior y un 35,3%
menos que antes de la pandemia, lo que sitúa las ventas de automóviles en
su nivel más bajo desde 2013, en lo más duro de la Gran Recesión. Aunque
parte de este deterioro se debe a la falta de componentes y otra parte a
las restricciones al vehículo particular, otra parte es achacable a la
pérdida de poder adquisitivo de la demanda y a la incertidumbre.
- El déficit
comercial, un agujero cada vez mayor. Si hay algo peor que tener un déficit fiscal incorregible es
tener lo que se conoce como déficits gemelos en la Administración y en la
balanza comercial, donde cada uno acrecienta el problema del otro,
incrementando la necesidad de capital y la vulnerabilidad de la economía .
Y eso es lo que sucede actualmente, ya que España arroja un déficit
comercial de 63.602,9 millones de euros entre enero y noviembre del año
pasado, una cifra que triplica el dato de 2021 por el encarecimiento de
las importaciones.