El saldo
presupuestario calculado salta por los aires: el nivel de ingresos no podrá
ser el estimado y, a buen seguro, el nivel de gasto será mayor.
El Gobierno
ha revisado a la baja las previsiones de crecimiento económico para España.
Así, estima ahora que en 2021 la economía nacional crecerá un 6,5%, frente
a la previsión anterior del 9,8%, que, como dijimos en su momento, eran
extraordinariamente optimistas.
Resultaban
irreales las cifras del cuadro macro, donde la estimación de caída del PIB
del 11,2% para 2020 y la recuperación al 9,8% (donde sumaban los 2,7 puntos de
los fondos europeos, exageradamente calculado su impacto) en 2021 era ciencia
ficción, pese a lo pésimos datos de los que vienen, máxime cuando el FMI
estimaba un crecimiento del 7,2%, que ahora en la revisión de esta semana, ha
dejado en el 6,4%.
De la misma
manera la AIReF, ha
rebajado también esta semana sus previsiones de crecimiento para España,
dejándolas en el 6,6% para 2021. También lo hizo en marzo el Banco de
España, llevándola al 6%. Anteriormente, en febrero, la Comisión Europea había
disminuido al 5,6% la previsión del Gobierno de Sánchez. Y así, la práctica
totalidad de instituciones y organismos, nacionales e internacionales. Ahora se
suma el Gobierno, manteniéndose en la banda alta de dichas previsiones de
crecimiento del resto de organismos, pero lo único que hace es, en primer
lugar, seguir siendo algo más optimista que el resto y, en segundo lugar, reconocer
ahora que sus previsiones para los presupuestos eran del todo inválidas.
Y es que el
cuadro macro con el que se elaboraron las cuentas públicas adolecía de una
tremenda falta de realismo, en la que se enmarcaba la propia estimación del
déficit y de la deuda, que el Gobierno, pese a lo abultado de dichas cifras,
estimaba por debajo de las previsiones de la práctica totalidad de
instituciones.
¿Qué sucede
ahora? Que, con ese error en las previsiones, error que el Gobierno se
empeñó en cometer, pues la disparidad con el resto de analistas era, como
vemos, enorme, como demuestra la revisión de 3,3 puntos que ha realizado el
propio Gobierno, los presupuestos se quedan en papel mojado. Es decir, que
el saldo presupuestario calculado salta por los aires, porque el nivel de
ingresos no podrá ser el estimado y, a buen seguro, con un nivel menor de
crecimiento, aunque sólo sea por los estabilizadores automáticos -por ejemplo,
gasto en prestaciones por desempleo-, el nivel de gasto será mayor.
El Gobierno
argumenta la rebaja de las previsiones por el impacto de la tercera
ola de la pandemia y por la borrasca Filomena. En el primer caso, se debe a la
falta de diligencia en la gestión de la crisis sanitaria, por no haberla sabido
enfocar desde el principio, por no haber tratado de frenarla a tiempo
-manifestaciones del ocho de marzo incluidas, elemento que resultó caldo de
cultivo para la propagación exponencial del virus- y por no haber sido ágil en
la compra de material, en combinar prudencia y actividad, que le llevó a
mantener asfixiado a todo el tejido empresarial. En lugar de aplicar medidas
que compensasen a dichas empresas obligadas por el Gobierno a cerrar, se limitó
a la propaganda. Eso ya se sabía antes de la tercera ola, la cual sólo fue la
consecuencia de un nuevo descontrol gubernamental, por abandonar la técnica
para centrarse en la mencionada propaganda.
En cuanto a
la borrasca Filomena, es obvio que un temporal no se puede evitar, pero sí
minimizar sus daños y reactivar cuanto antes la economía. Con todo y con eso,
puede haber influido unas décimas, pero no los más de tres puntos de revisión.
Echarle la culpa al tiempo de las malas estimaciones del Gobierno, era casi lo
único que le faltaba a Sánchez por hacer dentro de su chistera de ocurrencias
propagandísticas.
De esa forma,
la tasa de paro permanecerá elevada durante los cuatro años de
previsiones realizadas, especialmente en 2021 y 2022, al tiempo que el propio
Gobierno considera que hasta finales de 2022 no logrará recobrar la economía
nacional el nivel previo a la pandemia -más optimista que el FMI, que lo lleva
hasta 2023, que es lo más probable-.
Es decir,
habremos tenido tres años perdidos, tres años para volver a la casilla de
salida, con un tejido productivo que habrá quedado maltrecho, elemento que
dificultará crecimientos fuertes en unos cuantos años, pese a la elevación del
crecimiento potencial de la economía previsto por el Gobierno. De hecho, aunque
sube ligeramente el crecimiento potencial, el crecimiento de la economía, al
quedarse en él, obligará a ajustes fuertes en el componente estructural del
saldo presupuestario de los próximos ejercicios -que es lo que viene reclamando
la Comisión Europea- o el objetivo de estabilidad no se podrá cumplir en todo
ese período y el volumen de deuda se incrementará todavía más.
Por último,
estas previsiones revisadas a la baja pueden ser incluso
optimistas tras la calamitosa estrategia de vacunación aplicada por el
Gobierno, cuyo último episodio es la suspensión de la aplicación de la vacuna
de AstraZeneca sin motivos técnicos para ello, en contra del dictamen de la
Agencia Europea del Medicamento, que ha recomendado seguir empleándola. Este
hecho puede ralentizar todavía más la recuperación económica, de manera que los
presupuestos serán todavía más papel mojado que el desequilibrio en el que ya
se han convertido a los tres meses de nacer por las malas previsiones
gubernamentales.
Fuente
Expansión