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Golpe en el hipermercado: 40 productos suben más del 6%

Los precios descontrolados de la energía se trasladan con fuerza al resto de bienes de consumo, castigando a familias y empresas y lastrando la reactivación. Un panorama que se ve agravado por la guerra en Ucrania.

La esperanza de que el huracán inflacionista perdiera fuerza a partir de la segunda mitad del año se desvaneció el 24 de febrero, con la brutal agresión de Rusia a Ucrania, que ha desatado un enfrentamiento económico y político entre el régimen de Vladimir Putin y Occidente de consecuencias imprevisibles, pero cuyos primeros efectos han sido un fuerte shock en los precios de la energía y de las materias primas, agravando una tendencia que venía de meses atrás.

En este contexto, la inflación en España se disparó hasta el 7,6% interanual en febrero, dos décimas más de lo anticipado a finales del mes pasado y un salto de 1,5 puntos respecto al dato de enero (6,1%), según la cifra revisada publicada ayer por el INE. Es la tasa más alta en casi 36 años (desde diciembre de 1986) y una palpable amenaza para la recuperación económica, que ya renqueaba por los cuellos de botella, el persistente encarecimiento energético, así como el rally y la escasez de algunas materias primas. Además, no es más que el preludio de lo que puede estar por llegar, ya que el dato de IPC de febrero apenas ha coincidido con los cinco primeros días de la guerra en Ucrania.

El principal ingrediente de este cóctel envenenado es el fuerte encarecimiento de la energía, con alzas del 80,5% en el precio de la electricidad o del 52,3% en los combustibles líquidos, pero sus efectos ya se han trasladado con fuerza al resto de la cesta de compra, incluidos alimentos y bienes de primera necesidad, tal como se refleja en la inflación subyacente (+3%), en máximos de casi 13 años.

Tras la borrasca del Covid, viene una nueva tempestad. Y es que la invasión de Ucrania amenaza con agravar exponencialmente un escenario ya de sí por complejo, presagiando tasas de inflación de doble dígito en España en los próximos meses, cotas inéditas en España desde inicios de la década de los 80.

Todo ello en un contexto en el que si bien la amenaza es generalizada en Europa, la exposición de la economía española al shock inflacionista es mayor. Mientras que el peso de la energía y de los alimentos frescos en el IPC de la zona euro ronda el 15%-16%, en España es del 19%, lo que augura una factura más abultada en términos de pérdida de poder adquisitivo de los hogares, de merma de los márgenes empresariales y de competitividad internacional.

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha admitido que "nos encontramos en un momento de alto riesgo de una espiral inflacionista" y entidades como CaixaBank Research advierten ya de que la inflación media puede superar este año el 7%, más del doble que en 2021, restando más de un punto al crecimiento esperado para 2022. Funcas sitúa la inflación media este año en el 6,8%, tras alcanzar un pico del 8,6% en marzo.

Lastre en las pensiones

Si estos pronósticos se cumplen, la onda expansiva de la guerra en Ucrania y de las duras sanciones a Rusia por parte de Occidente sería brutal para España. Un IPC medio superior al 7% dispararía la factura de las pensiones, que este año han subido ya un 2,5%. Si los pronósticos más pesimistas hasta la fecha se materializan, el Gobierno debería compensar una desviación de 4,5 puntos porcentuales, lo que catapultaría el gasto extra en pensiones por encima de los 6.000 millones solo para resarcir ese desfase. Si se tiene en cuenta que esa cantidad se multiplicaría por dos para consolidar la nueva paguilla extra en la base de las pensiones, el coste adicional superaría los 12.000 millones, engrosando el lastre estructural de un sistema que hace tiempo que se tambalea. Todo ello sin contar con la subida que se apruebe para 2023.

Devaluación del ahorro

El golpe sería también demoledor para las familias españolas, cuyo ahorro se vería drásticamente devaluado. Al cierre de enero (último dato disponible), los hogares españoles atesoraban 959.600 millones de euros en depósitos bancarios. Con la inflación en el 7,6%, la capacidad adquisitiva de ese dinero se ve depreciada en casi 73.000 millones, poniendo en riesgo el consumo privado, imprescindible para mantener viva la llama del crecimiento.

El impacto en la economía, sobre la que ya sobrevuela el temible fantasma de la estanflación, podría recrudecerse si la presión de los precios acaba trasladándose con fuerza a los salarios, provocando efectos de segunda ronda y haciendo estructural un problema que hasta hace apenas unas semanas se creía transitorio. Los sindicatos reclaman subidas salariales de alrededor del 5% para mitigar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, pese a las advertencias de la patronal CEOE, que alerta de que vincular sueldos e IPC generaría un "problema muy importante en España" y que ayer hizo un nuevo llamamiento a "evitar un escenario en el que los aumentos de precios y salarios se retroalimenten entre sí". UGT insistió, sin embargo, en un aumento "adecuado" de los salarios "ante un IPC desbocado". Ambas posturas enfrentadas anticipan una dura negociación colectiva.

El mazazo sobre la economía española es mucho más amplio y se extiende como un reguero de pólvora por numerosos sectores de actividad: pescadores que optan por no salir a faenar porque no les resulta rentable ante el descontrolado precio del gasoil, que se ha disparado más de un 80% desde enero; transportistas que reclaman la acción urgente del Gobierno para paliar el impacto del precio del combustible y que alertan del riesgo de "colapso de la cadena de suministros", o la dramática situación del campo español, que a los estratosféricos costes energéticos y de los fertilizantes suman ahora la amenaza de desabastecimiento de cereales por la invasión de Ucrania, hasta el punto de que los ganaderos alertan de que si no se garantiza el suministro de pienso, en pocas semanas tendrán que comenzar a sacrificar ganado.

Todo ello sin olvidar la presión que la espiral inflacionista ejerce sobre el BCE, que ha acelerado su giro en política monetaria ante el descontrol de los precios, lo que sitúa una eventual subida de tipos ya en el horizonte, algo que puede resultar letal para economías tan endeudadas como la española.

Golpe en el hipermercado: 40 productos suben más del 6%

El estrés provocado por la desorbitada subida de los costes en la industria y en la cadena alimentaria están llegando cada vez con más fuerza a los supermercados y los centros comerciales, golpeando con dureza el bolsillo de los consumidores.

Pese a los esfuerzos de las empresas para no repercutir a sus clientes la totalidad de ese incremento, lo cierto es que dos tercios de los bienes y productos que conforman la cesta de la compra del INE subieron en febrero, dando fe de un contagio que ya es generalizado y que va mucho más allá de los precios de la electricidad, que se disparó un 80%, del gasóleo (+25,1%), la gasolina (+28,4%) o el butano y el propano (+33,4%). Una cuarentena de productos, muchos de ellos de primera necesidad, registran subidas de precios superiores al 6%, incluidos alimentos de consumo diario.

Los aceites que no son de oliva lideran el ránking con un alza del 32,3%, una tendencia que puede ir a más con la guerra en Ucrania, hasta ahora un gran proveedor de aceite de girasol. Le sigue el aceite de oliva, que se disparó un 30,6% y que a los problemas de sequía puede sumar ahora una mayor demanda en sustitución del aceite de semillas. La pasta se ha encarecido casi un 20%, mientras que la harina y los cereales lo han hecho un 11,7%.

Aunque también se encarecen muchos otros productos, como el calzado, los muebles o los utensilios de cocina, los alimentos copan los primeros puestos de la lista, lo que hace muy difícil, si no imposible, eludir el zarpazo de la inflación al acudir al súper o al hipermercado. Y es que la subida afecta a todo tipo de alimentos. Las frutas en conserva se han encarecido un 9,5%; la carne de cordero, otro 9,5%; el precio del arroz se ha disparado un 9,4% y también sube más de un 9% la leche.

Otros productos básicos como los huevos, las legumbres o el pan se han encarecido más de un 6,4%, al igual que la carne de vacuno, mientras que la carne de ave y las frutas frescas lo han hecho un 6,2%. Tampoco las nuevas familias con hijos lo tienen fácil, con un alza del 10,5% en los alimentos para bebés.

Fuente Expansion









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